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CONTENIDO

RECURSOS DE CRECIMIENTO ESPIRITUAL

En su primera carta a los cristianos en Corinto, Pablo escribe: “Les he enseñado lo mismo que yo recibí” (1 Corintios 15:3a). ¿Qué cosas importantes les enseñó Pablo? Pablo explica que “Cristo murió por nuestros pecados; que también, conforme a las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día” (1 Corintios 15:3b-4). Cuando Pablo dice que Jesucristo murió y resucitó de la muerte “conforme a las Escrituras”, quiere decir que Jesús hizo todo lo que el Antiguo Testamento dice que iba a hacer. El propósito central de todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento es dirigir nuestra atención a Jesucristo y al perdón y la vida eterna que se encuentran sólo en él.


Aunque nos gustaría saber muchas cosas sobre Dios, y podemos tener docenas de preguntas para hacerle, en la Biblia Dios nos dice lo que quiere que conozcamos sobre él mismo y sobre lo que él hizo para salvarnos mediante la obra de Jesucristo. Necesitamos saber sobre las cosas importantes que Pablo describe en su carta: la muerte, sepultura y resurrección de Jesús.


En su historia sobre la vida de Jesús, el discípulo Juan escribió: “Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer, tengan vida en su nombre” (Juan 20:30–31). La Biblia nos dice lo que necesitamos saber y creer sobre Jesús a fin de recibir perdón y vida en su nombre.


La Biblia nos enseña sobre el pecado—nuestra rebelión y desobediencia hacia Dios—y sobre la ira de Dios contra el pecado. En la Biblia aprendemos que Jesús, el Hijo de Dios, murió en la cruz y sufrió el castigo que nosotros merecemos por nuestros pecados. Jesús fue sepultado, pero al tercer día resucitó de la muerte. Él destruyó el poder de la muerte para herirnos y separarnos de Dios. Los seguidores de Jesús lo vieron vivo después de que resucitó de la muerte. Ellos le hablaron, lo tocaron, comieron con él y escribieron lo que vieron y experimentaron. Inspirados por el Espíritu Santo, pusieron por escrito lo que con sus ojos presenciaron de la vida de Jesús para que todo el que crea en él tenga “vida en su nombre”.


Cuando Jesús vivió en la tierra, muchos de los líderes religiosos judíos no creían que él fuera el Mesías. Ellos leían el Antiguo Testamento, esperando encontrar en sus páginas el secreto de cómo vivir sus vidas para alcanzar la vida eterna. Pero debido a que no se dieron cuenta que la vida eterna era un regalo gratuito que Dios les daba a través de su hijo Jesús, no pudieron entender que el Antiguo Testamento apuntaba a él. Jesús le dijo a los líderes religiosos: “Ustedes escudriñan las Escrituras, porque les parece que en ellas tienen la vida eterna; ¡y son ellas las que dan testimonio de mí! Pero ustedes no quieren venir a mí para que tengan vida” (Juan 5:39-40). La Biblia nos cuenta sobre Jesús, ¡pero sólo el propio Jesús nos da perdón y vida!

Ambas partes de la Biblia –el Antiguo y el Nuevo Testamento– apuntan a Jesús. En el Antiguo Testamento leemos sobre la promesa de Dios de un Ungido en el futuro, el Salvador, quien vendría a morir por los pecados de todo el mundo. En el Nuevo Testamento leemos sobre el cumplimiento de esa promesa en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.

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¿POR QUÉ DOS TESTAMENTOS?


Si toda la Biblia nos habla sobre Jesús, ¿por qué tenemos dos Testamentos? Cuando Dios hizo el mundo y a sus primeros habitantes, Adán y Eva, vio que su creación era buena (Génesis 1:31a). Dios creó un jardín para que allí vivieran el primer hombre y la primera mujer, y les dijo que podían comer de todos los árboles del jardín, excepto “del árbol del conocimiento del bien y del mal” (Génesis 2:17a). Pero Adán y Eva desobedecieron la orden de Dios, y dañaron así su relación con Dios. La bondad de la creación fue arruinada para siempre. El pecado y su castigo, la muerte, pasó a ser parte de la vida.


Al igual que una enfermedad que se hereda en una familia, nosotros heredamos el pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva. En nuestras propias vidas también desobedecemos a diario la voluntad de Dios. El castigo por nuestra desobediencia es la muerte y la separación eterna de Dios. Pero Dios siempre amó al mundo y a las personas que creó. ¡Él le ama a usted y me ama a mí! De ninguna manera podía permitir que esa ruina y separación con su creación continuara para siempre. Por lo tanto, ideó un plan para restaurar la relación que se había roto.


El Antiguo Testamento nos dice cómo se puso en marcha el plan de Dios. Dios hizo un pacto o acuerdo (su voluntad y testamento) con un hombre llamado Abrahán. Mediante Abrahán y sus descendientes Dios prometió bendecir a todo el mundo. Los descendientes de Abrahán fueron los hijos de Israel. Y de entre ellos nacería el Mesías, el Salvador prometido para todo el mundo.


El pueblo de Israel desobedeció muchas veces a Dios y se alejó de él. Pero Dios nunca abandonó su promesa del pacto. Dios dijo: “Vienen días en que haré un nuevo pacto con la casa de Israel… no volveré a acordarme de su pecado” (Jeremías 31:31a, 34b). Los libros del “nuevo pacto”, o el Nuevo Testamento, nos cuentan la historia del nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesús. Él es el cumplimiento del pacto de Dios. Jesús, el Hijo de Dios y el Mesías prometido, se encarnó, se hizo humano, naciendo como judío, descendiente de Abrahán.


El nuevo pacto de Dios también es para nosotros, pues nosotros también desobedecemos a Dios: nos alejamos de él para hacer lo que queremos, en lugar de lo que Dios quiere que hagamos. Jesús fue castigado por nuestros pecados y nuestra desobediencia. Cuando escuchamos lo que Jesús hizo por nosotros, el Espíritu de Dios obra en nuestros corazones. Él nos guía a arrepentirnos de nuestros pecados y a confiar en Jesús. Gracias a Jesús, Dios nos otorga perdón y vida eterna, y no recuerda más nuestro pecado. Cuando Jesús regrese al final de los tiempos, ¡nuestros cuerpos serán resucitados de la muerte, así como él resucitó, y estaremos con él para siempre! Continuemos descubriendo más...

Cristo para Todas Las Naciones   /  Ciudad de Panamá  . Tel: (507) 260-3464  .  cptlnpanama@gmail.com    
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