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Foto del escritorCristo para Todas Las Naciones

Perdonar es dar y recibir

El perdón no es una respuesta a una disculpa, ni tampoco un simple sentimiento. El perdón es una acción que se elige realizar. El perdón es un regalo de Dios a través del cual Él quita nuestros pecados y no los recuerda más. Es un regalo que libera. El perdón es el regalo de paz con Dios a través de Jesucristo.


Te habrás dado cuenta que la palabra “regalo” aparece varias veces en el párrafo anterior, y es porque de eso se trata el perdón de Dios: es un regalo de gracia. La gracia puede ser definida como “amor inmerecido”. Si yo te enviara un regalo por correo sin ninguna razón, sería un regalo de gracia, porque tú no hiciste nada para merecerlo; yo te lo estaría regalando por amor. De la misma manera, nosotros no hemos hecho nada para merecer el perdón de Dios. Es un regalo de gracia que Dios nos da porque nos ama.



A veces es difícil perdonar a otros, porque parecería que al hacerlo estamos aprobando lo que hicieron. Sin embargo, eso no es lo que significa el perdonar. El pecado nunca está bien. Pero cuando nos damos cuenta de cuánto Dios nos ha perdonado – por cada cosa mala, pequeña o grande, que hemos dicho o hecho, o dejado de hacer – nos sentimos movidos a responder de la misma forma, perdonando a los demás. A través del perdón de Dios tenemos paz en nuestra vida, y su paz nos permite olvidar la ofensa, en vez de guardar rencor y resentimiento. Dios es perfecto, por lo que Él perdona perfectamente. Una vez que Él nos perdona, lo hace para siempre, sin guardar resentimientos.


Pero como nosotros somos imperfectos, perdonamos en forma imperfecta. El perdón que ofrecemos a los demás puede ser manchado por nuestras heridas y ansiedades. Para nosotros el perdón es un proceso, pero, con la ayuda y el ejemplo de Dios, podemos dejar de lado nuestras heridas.


Así como has sido perdonado


A veces, motivados por el amor de Dios, perdonamos a los demás con más facilidad que a nosotros mismos. ¡Pero los mismos principios se aplican a ti! Dios te perdona, así es que, si te resulta difícil perdonarte a ti mismo, fíjate en cuán dispuesto está siempre Dios a perdonarte. Lee otra vez la historia del padre que recibió a su hijo con los brazos abiertos, y piensa que Dios es ese Padre amoroso que está dispuesto a perdonarte y a recibirte en sus brazos. Recuerda eso una y otra vez, hasta que te llegue al corazón.


Cuando Jesús les enseñó a orar a sus discípulos, lo que hoy conocemos como el “Padrenuestro”, les dijo: “perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.


Él conectó el perdón que nosotros recibimos con el perdón que ofrecemos a otros, dejando así en claro que debemos pasar a los demás el regalo que hemos recibido de Dios. ¡Y qué gran regalo que es!


El perdón cambia vidas. Recuerda que Dios promete olvidar tus pecados una vez que han sido perdonados. De la misma forma en que Dios ha perdonado todos nuestros pecados a través de Jesús, Él te ayudará a que perdones a los demás y a ti mismo, liberándote para que puedas disfrutar de la vida abundante y eterna que tiene planeada para ti. Permite que Jesucristo ponga lo mejor de él en ti. Alégrate en el nuevo comienzo que Jesús te ha dado, y disfruta de su misericordioso perdón. ¡Dios es un Dios perdonador que te ama inmensamente!


Haciendo real el perdón


Normalmente, el saber que Dios perdona es una buena noticia. Pero para algunos el hecho de que Dios perdona todo lo malo que hacemos no es más que un concepto abstracto sin conexión con el mundo real de la ira y el dolor.


Cuando uno ha sido lastimado o ha lastimado a otro, cae en un pozo emocional. En esos momentos es normal no querer pasar solo por esas circunstancias. Si yo lastimo a alguien, voy a tratar de encontrar cómo justificar lo que hice, imaginando que la otra persona se lo merecía, así los dos estamos en el pozo juntos. Si otro me hiere a mí, quizás trate de herirle yo también a él, así los dos estamos juntos en el mismo pozo. En ambos casos no estoy interesado en perdonar, porque siento que alguien tiene que pagar por mi dolor.


El deseo de vengarme demuestra el principio de represalia: ojo por ojo, diente por diente. Este principio perpetúa las guerras entre las naciones, entre las razas, y entre los diferentes grupos religiosos. Nunca pone fin a nada, excepto a la vida de personas. Este principio viene del Antiguo Testamento de la Biblia. Cuando Dios instruyó a su pueblo a tomar ojo por ojo, estaba definiendo lo que era un castigo justo, no demandando represalias. Las represalias o venganzas crean ciclos interminables de dolor.


En cambio el perdón pone fin a la destrucción. El perdón puede reconciliar naciones, culturas, razas, grupos económicos y religiosos, de la misma forma que puede curar la división entre las personas y llevar paz a las mentes en conflicto. El perdón nos saca del pozo y nos trae a la vida.


 

Extracto del folleto Perdonar es dar y recibir / Copyright © 2006 Int’l LLL – Revisado 2010. 

 

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