Cuando enfrentamos problemas, que amenazan con robarnos nuestra tranquilidad, nuestro mayor anhelo es tener paz, sentirla y vivirla. Problemas y presiones externas amenazan con acabar nuestra paz interior. La respuesta es una paz interior que no desaparece cuando cambian las circunstancias; vivir sin ser perturbado por las duras realidades en la vida. Es una paz que es más grande que los problemas en la vida, edificada y sostenida en el hecho que las tormentas en la vida pasan, se sobrevive es la tormenta y se crece a consecuencia de ella, y en el proceso, no estar solos. Imperturbabilidad es el resultado de la paz que sobrepasa todo entendimiento. Serenidad no es libertad de las tormentas, pero paz en medio de ellas.
Para fomentar la paz debe de haber un ejercicio hacia el interior de la persona, así como el compromiso de exteriorizar sus beneficios para transformar la vida con un bienestar total - no es solamente un estado mental y espiritual, es una relación de bendición con los demás.
Todos nos hemos visto afectados y conmocionados por la violencia, la agresividad, la inseguridad, la incertidumbre y el dolor que a diario atormentan a nuestro
país, al mundo entero y a nuestras vidas, a veces, en lo más íntimo de nuestro ser.
Confiando en Dios; encontrando la paz
Una joven mujer le pidió al pastor de su iglesia que fuera a su casa a hacer una oración para su padre que estaba muy enfermo. Cuando el pastor llegó a la habitación del enfermo, lo encontró en su cama con la cabeza alzada por un par de almohadas. Se veía muy débil y gastado. Había una silla al lado de su cama, por lo que el pastor pensó que el hombre sabía que vendría a verlo.
“Supongo que me estaba esperando”, le dijo.
“No, ¿quién es usted?”, preguntó el hombre.
“Soy el pastor que su hija llamó para que orase con usted. Cuando vi la silla vacía al lado de su cama, supuse que usted sabía que yo vendría a visitarlo”.
“Ah sí, la silla”, dijo el hombre enfermo, “¿le importa cerrarme la puerta, por favor?”
El pastor sorprendido, la cerró.
Luego se sentó al lado del enfermo.
“Nunca le he dicho ésto a nadie, pero toda mi vida la he pasado sin saber cómo encontrar paz. Las pocas veces que he estado en la iglesia, he escuchado algo al respecto de la oración; que se debe orar y los beneficios que trae, pero siempre ésto de las oraciones me entró por un oído y me salió por el otro, pues no tenía idea de cómo hacerlo; francamente me asustaba. Por eso no oraba, ni sabía cómo hacerlo.
Esto ha sido así en mí hasta hace poco, cuando conversando con mi mejor amigo, me dijo: ‘José, ésto de la oración es simplemente tener una conversación con Dios. Así es como te sugiero que lo hagas: te sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente tuyo, luego con fe miras a Jesucristo, el Hijo de Dios, sentado allí, delante de ti.
No es algo alocado el hacerlo, pues Jesucristo mismo nos dijo: Yo estaré siempre con ustedes (San Mateo 28:20). Por lo tanto, le hablas y lo escuchas, de la misma manera como lo estás haciendo conmigo ahora. El te dará Su paz’. Es así como lo hice una vez, y desde entonces, El me ha dado Su paz. Pero tengo mucho cuidado que no me vea mi hija, pues me internaría de inmediato en el manicomio.”
El pastor sintió una gran emoción al escuchar ésto y le dijo a José que era una muy buena costumbre que había adquirido, y que no dejara de hacerlo. Luego el pastor le leyó el siguiente pensamiento Bíblico: No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle y denle gracias también. Así Dios les dará Su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esa paz cuidará sus corazones y sus pensamientos, porque ustedes están unidos a Cristo Jesús (Filipenses 4:6-7). Luego hizo una oración, dio la bendición y se retiró.
Dos días después, la hija de José llamó al pastor para decirle que su padre había fallecido.
El pastor le preguntó: “¿Falleció en paz?”
“Sí. Cuando iba saliendo de la casa, a eso de las dos de la tarde, mi papá me llamó y fui a verlo a su cama. Me dijo lo mucho que me quería y me dio un beso.
Cuando regresé de hacer unas compras, como una hora más tarde, lo encontré muerto. Pero hay algo extraño al respecto de su muerte, pues, aparentemente, justo antes de morir, se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella, pues así lo encontré. ¿Qué cree usted que pueda significar ésto?”
El pastor se secó sus lágrimas de emoción y le respondió: “Ojalá que todos nos pudiésemos ir con Dios de esa manera, en plena confianza y en paz. Déjame explicarte lo que tu padre me dijo, aquel día que lo visité…”
Extracto del folleto Buscando la Paz / Cristo Para Todas Las Naciones
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