Para la mujer en pleno siglo XXI el sentirse valorada constituye un gran reto.
El mundo moderno y sus exigencias nos dicen por ejemplo que si: tengo un título académico, tengo poder adquisitivo, destaco en la sociedad por alguna cualidad; entonces puedo decir que SOY VALIOSA.
Comencemos por entender el significado de VALOR: Cualidad o conjunto de cualidades por las que una persona o cosa es apreciada o bien considerada.
¿Y…qué es una cualidad? Rasgo, componente permanente, diferenciado, peculiar y distintivo de la naturaleza o la esencia de una persona o cosa que contribuye, junto con otros, a que alguien o algo sea lo que es y como es.
Todas nosotras nos esforzamos cada día de nuestra vida haciendo cosas que nos permitan sentirnos valoradas. Ser buenas estudiantes, buenas trabajadoras, buenas profesionales, buenas esposas, buenas madres, buena hija, buena amiga, etc. ¿Este esfuerzo nos trae entera satisfacción sin duda alguna verdad? ¿Te has preguntado por qué? ¡Pues porque lo que haces contribuye a que alguien sea lo que es y cómo es!
En este punto es que hoy quiero que recuerdes de donde tú mujer eres muy valiosa.
En el tiempo en que Jesús vino a la tierra, las mujeres participaron en algunas tareas durante Su ministerio.
Desde la perspectiva del Evangelio, ellas fueron eslabón para el reconocimiento de la participación fundamental de las mujeres en la acción misionera de la Iglesia.
Le acompañaron y ayudaron con sus bienes (Lucas 8:1-3)
Jesús permitió que fueran parte del grupo de sus discípulos (Lucas 4:18)
Lidia hospedó a Pablo y a sus compañeros (Hechos 16:15)
Tabita hizo obras de caridad (Hechos 9:36-39)
Las hijas de Felipe profetizaban (Hechos 21:8-10)
Estos datos del Nuevo Testamento no son muchos ni excesivamente importantes, pero sí dejan claro que la mujer no estuvo ausente en los comienzos de la evangelización y formación de la Iglesia. Algo muy especial que debemos tomar muy en cuenta es lo siguiente:
La actitud de Jesús de admitirlas como discípulas.
Hacerlas testigos privilegiadas de su resurrección.
Le siguieron y le sirvieron como discípulas.
Sé como Sara:
la edad no importa, confía y cree que las cosas son posibles
en los tiempos perfectos de Dios.
Sé como Rebeca:
nunca olvides que la verdadera belleza se encuentra en tu interior.
Atrae a todos tus seres queridos a Jehová con tus cualidades cristianas.
Sé como Rahab:
sin importar tus condiciones o circunstancias, cree en el poder de la Palabra de Dios,
dale a Jehová siempre lo mejor y Él no te olvidará ni a los tuyos.
Sé como Abigaíl:
recuerda que cada decisión que tomes puede dar un giro a tu vida, bueno o malo.
¡Sé sabia!
Sé como Ruth:
leal en todas tus relaciones, esfuérzate más de solo lo necesario y no renuncies cuando las cosas se pongan difíciles. Algún día verás porqué valió la pena el esfuerzo.
Sé como Esther:
valiente y audaz al defender la verdad, al dar tu opinión y luchar por el bien de otros, aún cuando signifique sacrificarte a ti misma. Si Jehová te permite estar en alguna posición es con un propósito. Nunca temas escuchar a tu conciencia.
Sé como Ana:
nunca ceses en la oración. Verás que jamás será en vano.
Sé como María:
humilde y sumisa. No necesitas ser grande para que Jehová te utilice, sólo obediente.
Sé como Elizabeth:
nunca dudes del poder de Jehová. Él es un Dios de muchos milagros.
Sé como María Magdalena:
nunca dejes que tus errores o los juicios de otras personas te detengan de experimentar la misericordia de Jehová.
Sé como Lidia:
que tu hogar siempre esté abierto, que tus manos sean siempre generosas, que tu corazón esté siempre dispuesto a ayudar a quienes más lo necesitan.
El gozo es mayor cuando se comparte.
Sé como Dorcas:
usa tus talentos, sin importar lo insignificantes que te parezcan.
Pueden ser una bendición para otros.
¡¡¡SEAMOS MUJERES DE FE!!!
Autora: Rebeca de Franco, Directora-CPTLN Guatemala
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