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Refinados como la plata



¿Alguna vez has observado a alguien refinando plata? Primero, el orfebre coloca el metal precioso sobre fuego intenso hasta que se derrite. Luego, con la mayor paciencia, permanece sentado durante mucho tiempo eliminando periódicamente las impurezas que suben a la superficie, hasta que la plata es pura y apta para ser moldeada en una hermosa obra de arte.

Una vez hubo una pareja que se enorgullecía de sus hijos bien educados, mientras en secreto criticaban a los padres que parecían incapaces de controlar a sus hijos. Fue entonces que Dios vio que sería bueno bendecir a esa pareja con otro hijo que tendría una voluntad fuerte y un espíritu libre. A través de ese niño ingobernable sus padres aprendieron humildad y pudieron simpatizar con los padres que tenían niños independientes.

Dios permite que nos lleguen pruebas para que seamos refinados y más compasivos. Nuestro problema es que muchas veces no queremos mejorar. Esta actitud se ilustra acertadamente en la tira cómica argentina “Mafalda”. El personaje Felipe nunca quiere hacer su tarea.

Un día se imagina a sí mismo en la puerta de su casa, donde un vendedor le ofrece pastillas para la fuerza de voluntad. Felipe compra las pastillas y después de tomarlas grita jubilosamente: “¡Son fantásticas! ¡No puedo esperar para hacer la tarea!” En ese momento, el timbre de la puerta lo despierta de su sueño. Creyendo que el vendedor de su sueño está de pie junto a la puerta, Felipe salta gritando: “No importa quién sea, mamá, ¡no estoy en casa!” A menudo somos como Felipe: niños que no quieren recibir la disciplina necesaria para crecer y ser responsables.

Un buen padre disciplina a su hijo no porque le disguste, sino porque lo ama y quiere que tenga éxito en la vida.

De manera similar, nuestro Padre Celestial nos disciplina para nuestro bien, para que podamos ser santos como Él. Por eso la Biblia nos aconseja: “Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando estén pasando por diversas pruebas. Bien saben que, cuando su fe es puesta a prueba, produce paciencia. Pero procuren que la paciencia complete su obra, para que sean perfectos y cabales, sin que les falta nada” (Santiago 1: 2-4).


 

Extracto del folleto original: ¿Por qué suceden cosas malas?, autor: Dr. Philip Bickel.

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