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La aventura de crear un futuro



La época en que vivimos está caracterizada por un detrimento de la ética y de los valores, con un mañana cubierto de sombras que dificultan el paso de los rayos de la esperanza. Sin embargo, no debemos asombrarnos, desconcertarnos o desanimarnos porque los vientos no juegan a nuestro favor.


La situación actual, por ser tan compleja y global, puede hacernos dudar acerca de la trascendencia de nuestra vida. Pero la historia se forja con el aporte de biografías personales.


Si dudamos, si tememos, si decimos “hasta aquí llegué”, entonces habremos claudicado en nuestra misión. Habremos, en consecuencia, dejado pasar un tiempo precioso para sembrar una semilla de esperanza con miras a revertir la realidad y mejorar la vida.


Es tiempo de contemplar y transmitir. Contemplar es poner atención en una cosa material o espiritual, considerar, descubrir, reflexionar. Transmitir significa trasladar, transferir algo hacia otro. Transmitir lo contemplado despierta en los otros esa expectativa y emoción que se apodera del espíritu ante el estreno,

ante la novedad y ante la sorpresa. Más aún, si descubrimos el fundamento de un valor o de una virtud y lo enlazamos a nuestra vida, no solamente entregamos la novedad de la palabra, sino también la novedad del ejemplo.


La transformación del presente en pos de un futuro mejor es un proceso de largo aliento. Su fin es la felicidad de la persona, y el límite lo ponen las circunstancias, recursos y posibilidades de una persona en concreto.


Un factor importante es saborear los logros que este tiempo permite. Quizás logros sencillos, pequeños y ordinarios, pero logros al fin. Lo importante es poseerlos, hacerlos propios.


Si se subraya y motiva la importancia de las pequeñas metas, y además se las consigue, la ilusión se habrá convertido en alegría. ¿Y qué es la alegría? Es el gozo por la posesión de un anhelo; y la posesión de algo sólo es posible en el presente.


La alegría se experimenta en el hoy. “Con el hoy nos realizamos como personas y, además, vamos prefigurando nuestro futuro. El mañana es una continuidad del hoy: de ahí la importancia del presente” (Miguel Ángel Martí).


Todos podemos revertir el presente y abrirnos con seguridad a la conquista del futuro. Y podemos hacerlo contemplando, entregando a nuestros hijos y congéneres las cosas contempladas, y reconociendo que lo pequeño es también hermoso.


La incertidumbre del futuro se plantea en el presente. Claro que no tiene que tratarse de una incertidumbre amenazante o ante la cual abandonarnos, sino un panorama en el que la acción presente definirá el futuro.



Es tiempo de pensar y actuar para construir un futuro diferente, mejor al que la apatía y la desesperanza general nos invita a imaginar. La Biblia anima: “Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto.” (Romanos 12:2).


Creer en Dios permite pensar y actuar diferente, brindándonos la oportunidad de construir otros caminos para descubrir nuevos destinos. Pensar diferente es cambiar de modelo para explicarnos y explicar las relaciones y las situaciones sociales de una manera realista y positiva.


Vivimos en un tiempo complejo en el que ni siquiera los grandes avances de la ciencia y de la tecnología pueden darnos las respuestas que buscamos. Un tiempo agudo en el que Dios nos invita a planificar situaciones nuevas, diseñando y operando las estrategias en el presente para llegar a futuros que, además de deseables, sean factibles, y acordes a Su voluntad.



Texto original El Futuro / © 2006 CPTLN Todos los derechos reservados.

 

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