La preocupación es una dolencia emocional en el que sentimos inquietud ante una situación difícil, o problema que viene a nuestra vida, que nos asusta y a veces no sabemos cómo afrontarlos. Todas las personas hemos tenido alguna preocupación ante cosas que nos afectan. Una enfermedad, la pérdida del empleo y no poder cubrir las necesidades básicas de alimentación, vivienda u otras cosas necesarias, los conflictos con los seres queridos, son sólo algunas de las cosas que pueden causarnos preocupación.
La preocupación excesiva atenta contra nuestra capacidad de realizarnos, de sentirnos bien con nosotros mismos y de relacionarnos con otras personas, porque al entrar en un estado de preocupación nuestro sentido del humor cambia y nuestra creatividad y espontaneidad se estanca.
La preocupación es como una silla mecedora: ¡nos mantiene en movimiento, pero no nos lleva a ninguna parte! La preocupación se convierte en una manera de vivir muy intensa: nos preocupamos por los problemas tres veces: antes de que ocurran, cuando llegan y cuando ya se han ido. Nos preocupamos tanto que no nos queda tiempo ni fuerza para nada más. Y la única distracción que nos damos es un cambio de preocupación.
Una de las consecuencias del estado de preocupación es el agotamiento que causa a las personas afectando su productividad, hay un desgaste de su energía mental, emocional y física, se pierde la fuerza y la voluntad de perseverar.
Comúnmente, pensamos que para sentirnos bien tenemos que librarnos de todas las preocupaciones, pero en realidad, eso no es posible. Lo que sí se puede hacer, es elegir cuáles son las cosas en las que podemos ocuparnos y podemos resolver y cuáles no.
Preocuparse por algunas cosas es positivo, porque ello nos impulsa a movernos, a hacer cosas, buscar una alternativa de solución y desarrolla nuestra creatividad. Pero, por otro lado, la excesiva preocupación guarda relación con muchas afectaciones de salud mental y enfermedades físicas.
La preocupación no distingue personas, todos tenemos preocupaciones, sin importar la condición social o económica. Doctores, maestros, conductores de autobús, consejeros todos pueden experimentar “preocupación", ya sean jóvenes o viejos e incluso los niños tienen sus propias preocupaciones.
Hay personas que tienen una mayor fortaleza, recursos emocionales y espirituales que les da una mayor capacidad para hacer frente a las situaciones que le preocupan y poder seguir adelante. Sin embargo; hay muchas otras personas que son más afectadas por las preocupaciones y que necesitan fortalecer sus recursos internos, el área espiritual y emocional.El camino hacia la recuperación emocional, empieza en el momento en que podemos vernos como hijos e hijas de Dios. No hay mejor antídoto contra la preocupación crónica que aceptar el hecho de que somos criaturas creadas para vivir en paz con el Creador, con nosotros mismos y con nuestros semejantes. Al aumentar el nivel de aceptación, disminuye el riesgo de vernos atrapados en el "círculo vicioso" de la preocupación.
Necesitamos hacer un cambio profundo, un cambio de actitud y de valores ante la vida. No debemos tener miedo a aceptar importantes cambios en nuestra vida a fin de poder vivir en paz con nosotros mismos; y esto requiere tiempo y dedicación. No nos olvidemos: Dios nos ha prometido acompañarnos, capacitarnos y ayudarnos para que lleguemos a ser las personas íntegras que Él quiere que seamos.
Para dejar atrás la preocupación es de gran ayuda seguir tres pasos definidos:
- Readaptar nuestra vida conforme a nuestras capacidades, dejando de lado exigencias irrazonables y enfocándonos en otras más prácticas y alcanzables.
- Cambiando nuestras actitudes negativas respecto a nosotros mismos y la vida, reconociendo que Dios nos ha dado habilidades y capacidades que necesitamos poner en práctica y empezar a ser más optimistas.
- Confiar en el poderoso amor y cuidado de Dios a través de Jesucristo, porque en Él seremos consolados, restaurados y capacitados, para vivir una vida de esperanza y de fe frente a cualquier adversidad.
¿Qué cosas prácticas podemos hacer para controlar nuestra preocupación y reorganizar nuestra vida frente a los problemas, sin caer en un estado de preocupación paralizante? ¿Cómo afrontamos las tensiones diarias para poder sobrellevar las angustias que puedes estar sintiendo?
Es cierto que hay cosas que nos preocupan; sin embargo, debemos considerar qué es lo más importante en nuestra vida, dónde están nuestras prioridades y eso pondrá cada preocupación en la dimensión que le corresponde; tal vez, nos daremos cuenta que hay circunstancias por las cuales nos preocupamos que no valen que gastemos nuestra energía en ellas.
Tengamos presente que en Dios encontramos nuestro refugio, Él es quien nos consuela, seca nuestras lágrimas y quiere ayudarnos a suplir nuestras necesidades.Acerquémonos a Dios, confiados por medio de Jesucristo y encontraremos la madurez y el equilibrio necesario para convivir con las preocupaciones de cada día.
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