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Victoria



Cuando culminan los eventos deportivos, vemos a los atletas o jugadores que terminan victoriosos, y también a los que salieron sin esas victorias, sin alcanzar sus objetivos. En nuestros días, cada uno de nosotros "competimos bajo presión" y no siempre alcanzamos nuestros objetivos; sin embargo, debemos continuar. Espiritualmente no tenemos oportunidad de vencer la batalla con nuestros propios esfuerzos. Somos muy débiles y no venceremos nunca. Dios, sabiendo de nuestra debilidad, nos dio la victoria, por medio de Su Hijo Jesús, quien venció la muerte al resucitar, además de prometer que todo aquel que en Él confía no morirá, sino que vivirá eternamente. Entonces, deposita tu confianza en Él, en Aquel que no fracasó, que venció la muerte, y ES nuestra victoria.

Amado Dios, gracias por la victoria que me das por medio de Jesús. Ayúdame a vivir diariamente con la seguridad de que en Cristo soy más que vencedor. Amén.


Lectura: Salmos 3:8



 

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