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Una y otra vez

Grande es el Señor, y digno de suprema alabanza; su grandeza es inescrutable. Todas las generaciones celebrarán tus obras, y darán a conocer tus grandes proezas.

Salmo 145:3-4


Muchas personas prefieren olvidar el pasado creyendo que, como lo importante solo existe en el presente, tienen todo lo necesario para satisfacerse aquí y ahora. Sin embargo, la mayoría de las personas recuerda y se alegra de los acontecimientos felices del pasado. Solo basta con preguntarle a un niño sobre su fiesta de cumpleaños, o a una pareja que celebró sus 25 o 50 años de matrimonio. También recordamos los acontecimientos del pasado de nuestra nación, desde las celebraciones felices como el Día de la Independencia hasta las más sombrías, como el Día de los Veteranos, Pearl Harbor, 9-11, etc. Hay historias que nunca nos cansamos de contar. Así como muchas familias transmiten tradiciones e historias de generación en generación, la familia de Dios repite y vive su historia sagrada año tras año. La iglesia cuenta la historia de Jesús, siguiendo su vida y obra de salvación desde el Adviento y la Navidad, hasta la Epifanía y la Cuaresma. Con la celebración de la Ascensión de Cristo y el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés, la iglesia recuerda la historia de los apóstoles y los primeros cristianos. Crecemos en la fe a medida que leemos y estudiamos las enseñanzas de nuestro Señor en la Sagrada Escritura. Nos esforzamos por seguir sus pasos a través de obras de amor y servicio a quienes nos rodean. Con gozo reverente escuchamos una y otra vez las palabras de Jesús: "Este es mi cuerpo ... esta es mi sangre", y recibimos sus dones para el perdón de nuestros pecados. Estas son las historias que queremos repetir mientras vivamos, las lecciones que queremos transmitir a los demás. Con el salmista oramos: " No me desampares, Dios mío, aunque llegue a estar viejo y canoso, hasta que haya anunciado tu gran poder a las generaciones que habrán de venir" (Salmo 71:18). Nos reunimos semana tras semana para adorar. Con arrepentida humildad confesamos nuestros pecados y nuestra necesidad del Salvador. Al igual que los niños (y también los adultos, si queremos admitirlo) que nunca se cansan de celebrar sus cumpleaños, nos regocijamos en los dones del perdón y la vida eterna que Jesús ganó para nosotros en la cruz y la tumba vacía. Con la ayuda del Espíritu Santo buscamos vivir "en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros" (Efesios 5:2a). Año tras año, temporada tras temporada, encomendamos las obras de Dios el uno al otro y declaramos sus actos poderosos, porque esto es lo que Dios en Cristo nos ha llamado a ser: "Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncien los hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable"(1 Pedro 2:9). ORACIÓN: Dios y Salvador, que nos has llamado de la oscuridad a la luz, te pedimos que nos ayudes a través de tu Espíritu a proclamar tus poderosas obras a la generación venidera, para que ellos también vivan a la luz de tu gracia. En el nombre de Jesús. Amén. Dra. Carol Geisler

 

Para reflexionar:

  1. ¿Cómo puedes mostrar a los demás las obras de Dios en tu vida sin necesidad de palabras?

  2. ¿Qué historias de Dios estás contando a quienes te rodean?


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