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Un lugar seguro



¿Hasta cuándo harán planes todos ustedes con la intención de derrotar a un solo hombre? ¡Lo ven como pared desplomada! ¡Lo ven como una cerca en el suelo! Conspiran para despojarlo de su grandeza; les agrada decir mentiras; ¡bendicen con los labios, pero maldicen con el corazón! Sólo en Dios halla tranquilidad mi alma; sólo en él he puesto mi esperanza. Sólo Dios es mi salvación y mi roca; porque él es mi refugio, no resbalaré. Salmo 62:3-6


Probablemente sea seguro decir que la mayoría de nosotros, en un momento u otro, nos hemos sentido golpeados y atacados como "una pared desplomada, como una cerca en el suelo". Es posible que nos sintamos atacados por una enfermedad, dolor o culpa, por circunstancias difíciles o, como en el momento de escribir este devocional, el miedo, el aislamiento y las restricciones de una pandemia mundial.


El salmista David fue atacado por enemigos que buscaban su ruina, personas que eran engañosas y se complacían en la falsedad. Cuando David estaba por caer, supo que solo había un lugar seguro donde hacerlo: solo Dios era su roca y su fortaleza. En Dios, el salmista tenía un lugar para resguardarse y para mantenerse firme en la esperanza.


Cuando el mundo que nos rodea no puede proporcionar la esperanza que anhelamos tener y no podemos encontrar dentro de nosotros la fuerza que necesitamos, cuando estamos a punto de caer, tenemos un lugar seguro donde hacerlo. Jesucristo es también nuestra Roca y nuestra Fortaleza. Jesús sabe lo que es estar bajo ataque. Una vez fue golpeado. Sus enemigos lo rechazaron, se complacieron en la falsedad, buscando de atrapar a Jesús para presentar acusaciones en su contra. Finalmente, y con éxito, planearon su muerte. Jesús soportó el rechazo, la traición, la condenación y la muerte. Sin embargo, y a pesar de todo, el Salvador no amenazó ni injurió a los enemigos que lo maltrataban, sino que entregó su vida para expiar sus pecados, nuestros pecados, los pecados del mundo.


Al igual que el salmista, su antepasado David, Jesús perseveró con esperanza, mirando a su Padre celestial, remitiendo "su causa al que juzga con justicia" (1 Pedro 2: 23b). Jesús fue llevado a la muerte para nuestra salvación y, en la primera mañana de Pascua, la esperanza se cumplió —¡para Él y para nosotros!— cuando Dios lo levantó de la tumba.


Nuestro Señor y Salvador ha sido elevado a la posición más alta a la diestra del Padre. A él se le ha dado toda la autoridad en el cielo y en la tierra. Jesús nos dice: "En el mundo tendrán aflicción", por lo que habrá ocasiones en que seremos atacados por el enemigo. Pero Jesús continúa con palabras de consuelo: "Pero confíen, yo he vencido al mundo" (Juan 16:33). Él es nuestra roca, nuestra fortaleza y nuestra salvación. Él es el lugar seguro de donde no podemos ser movidos.


Jesús, Tú eres mi roca, mi salvación y mi fortaleza. Solo en ti pongo mi esperanza. Amén.


Dra. Carol Geisler


Para reflexionar:

• ¿Cómo trató Jesús a los que lo maltrataron?

• ¿Qué quiere que hagamos por nuestros enemigos?

 

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