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Tu fuerza



Todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que está frente a la Puerta de las Aguas, y le rogaron al escriba Esdras que llevara el libro de la ley de Moisés, que el Señor le había dado al pueblo de Israel... Esdras abrió el libro ante todo el pueblo, y como él estaba por encima de los presentes, todos lo vieron y prestaron mucha atención... Y es que la lectura de la ley se hacía con mucha claridad, y se recalcaba todo el sentido, de modo que el pueblo pudiera entender lo que escuchaba. Como todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley, el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que explicaban al pueblo el sentido de la ley, dijeron: «Este día está consagrado al Señor, nuestro Dios. No hay razón para que lloren y se pongan tristes.» También dijeron: «Vayan y coman bien, y tomen un buen vino, pero compartan todo con los que nada tienen. Éste día está consagrado a nuestro Señor, así que no estén tristes. El gozo del Señor es nuestra fuerza.» Nehemías 8: 1, 5, 8-10

Nehemías y Esdras eran los líderes del pueblo de Dios cuando regresaron a su propia tierra después de setenta años de exilio. Dios los envió a ambos a servir, pero de formas muy diferentes. Esdras era sacerdote y maestro, y se concentró en reconstruir el templo y ayudar a la gente a volver al camino correcto siguiendo a Dios y con adoración. Nehemías era el gobernador real y trabajó para reconstruir la ciudad y protegerla de sus enemigos. También impidió que las personas quebrantaran el día de reposo y que se engañaran entre sí. Pero ambos sabían dónde realmente encontrar la fortaleza que necesitaban para cambiar y crecer. La buscaron en la Palabra de Dios. Así que Esdras le leyó los primeros cinco libros de la Biblia a su pueblo para que pudieran escucharla y entenderla. Eso fue un poco difícil para el pueblo, porque estaban escuchando, tal vez por primera vez, lo que Dios esperaba de ellos. Y pudieron ver claramente cuán lejos estaban de la voluntad de Dios. Por eso empezaron a llorar. Pero sus líderes les dijeron que se secaran las lágrimas y en vez de llorar, que celebraran, porque "el gozo del Señor es su fuerza". Y lo es también para nosotros, ¿no es así? Cuando nos enfrentamos a nuestras propias malas acciones y desobediencia, nos entristecemos. Sabemos lo que estamos haciendo mal, pero parece que no podemos detenernos: pecamos, y luego nos sentimos culpables, y luego nos esforzamos más, y aun así pecamos, y el ciclo se repite. ¿Quién nos puede ayudar? Sólo el Señor. Sólo Jesús, quien vino a liberarnos del ciclo de la vergüenza y la culpa. Él tomó todo nuestro pecado y culpa sobre sus hombros como nuestro Salvador, y lo llevó hasta la cruz. Los quitó de nosotros, clavándolos en su cruz. Y cuando resucitó de entre los muertos, nos dio dones en su lugar: perdón, paz y vida eterna como hijos de Dios. Nos dio el Espíritu Santo para que more en nosotros y nos mantenga cerca de Dios en todo momento. ¿Quién más podría hacer esto sino el Señor? Por eso Él es nuestro gozo y nuestra fortaleza. Nadie más pudo vencer el pecado y la muerte. Pero Jesús pudo, y lo hizo. Ahora, gracias a Él, también nosotros viviremos como hijos perdonados, bendecidos y amados de Dios, para siempre. ORACIÓN: Querido Salvador, quédate con nosotros y sé nuestra fortaleza siempre. Amén. Para reflexionar: * ¿Qué haces cuando la Ley de Dios te hace sentir culpable y avergonzado? * ¿Cómo te fortalece el perdón? Dra. Kari Vo




 

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