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Sin espera

Señor, dame a conocer tus caminos; ¡enséñame a seguir tus sendas! Todo el día espero en ti; ¡enséñame a caminar en tu verdad, pues tú eres mi Dios y salvador! Salmo 25:4-5


La mayoría de nosotros estaría de acuerdo con el salmista. Queremos conocer los caminos del Señor y andar por ellos y oramos para que nos enseñe y guíe en su verdad. Los primeros discípulos de Jesús también querían todas estas cosas y, al igual que el salmista, decían: "Todo el día espero en ti". Esperaron porque, en su ascensión, Jesús "les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que les dijo: 'Esperen la promesa del Padre'" (Hechos 1: 4b). La promesa del Padre sería el Espíritu Santo, el 'ayudante' a quien el Padre enviaría en el Nombre de Jesús. Cuando Jesús vivió entre ellos, los discípulos aprendieron de sus enseñanzas, literalmente siguiendo el camino de su Señor. Pero su Señor no siempre viviría entre ellos. Cuando su ministerio terrenal se completara, Jesús los dejaría para regresar al Padre; pero no los iba a dejar solos. Jesús dijo: "Pero el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, los consolará y les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que yo les he dicho" (Juan 14:26). Jesús prometió que el Espíritu guiaría a sus discípulos "a toda la verdad" (Juan 16:13b). Aunque Jesús no estaría con ellos, el Espíritu los guiaría en los caminos del Señor. El Espíritu recordaría todo lo que Jesús les había enseñado para que ellos, a su vez, pudieran enseñar a otros. Y todo ocurrió así como Jesús prometió. Su camino condujo a la cruz, donde ofreció su vida como el sacrificio perfecto para expiar los pecados del mundo. Resucitado a la vida se apareció durante cuarenta días a sus seguidores, probándoles que estaba vivo y enseñándoles sobre el reino de Dios. Luego ascendió para gobernar a la diestra del Padre y, según las instrucciones, los discípulos esperaron. Diez días después de la ascensión de Jesús, en el festival de Pentecostés, el Espíritu prometido se derramó sobre la pequeña banda de discípulos. El Espíritu les enseñó, los condujo a la verdad y los iluminó para ver el amor, la misericordia y todas las promesas de Dios cumplidas en Jesús. El Espíritu obró a través de la proclamación del Evangelio por los discípulos, atrayendo a las personas a la fe en Jesús y enseñándoles a andar en el camino del Señor. "Espero todo el día", oró el salmista, pero no necesitamos esperar. A través del agua y la Palabra del Santo Bautismo el Espíritu viene a morar dentro de nosotros, creando fe en nuestros corazones y trayendo a nosotros la vida y el perdón ganados por nuestro Salvador crucificado y resucitado. "Guíame ... enséñame", rezamos, y el Espíritu responde guiándonos en la verdad y enseñándonos a seguir el camino del Señor. ORACIÓN: Señor, por el poder de tu Espíritu fortalécenos en la fe a través del estudio de tu Palabra. Llévanos cada día a caminar en tus caminos. Amén. Dra. Carol Geisler

 

Para reflexionar:

  1. ¿De qué manera te enseña Dios sus caminos?

  2. ¿Alguna vez has ayudado a alguien a llegar a la fe? ¿De qué manera?


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