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Retrasos



Entonces vino Jairo, que era uno de los jefes de la sinagoga, y cuando lo vio, se arrojó a sus pies y le rogó con mucha insistencia: «¡Ven que mi hija está agonizando! Pon tus manos sobre ella, para que sane y siga con vida.» Jesús se fue con él, y una gran multitud lo seguía y lo apretujaba. Allí estaba una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó el manto. Jesús se dio cuenta enseguida de que de él había salido poder. Pero se volvió a la multitud y preguntó: «¿Quién ha tocado mis vestidos?» Jesús le dijo: «Hija, por tu fe has sido sanada. Ve en paz, y queda sana de tu enfermedad.» Todavía estaba él hablando cuando de la casa del jefe de la sinagoga vinieron a decirle: «Ya no molestes al Maestro. Tu hija ha muerto.» Pero Jesús, que oyó lo que decían, le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas. Sólo debes creer.» La gente se burlaba de él, pero él ordenó que todos salieran. Tomó luego al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró adonde estaba la niña. Jesús la tomó de la mano, y le dijo: «¡Talita cumi!», es decir, «A ti, niña, te digo: ¡levántate!» Enseguida la niña, que tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Y la gente se quedó llena de asombro. Marcos 5: 22-25, 27, 30, 34-36, 40b-42a



¿Cómo pudo Jairo manejar el retraso de Jesús? Su hija estaba muriendo y Jesús se detiene para ayudar a otra mujer en el camino. Si hubiera sido yo, probablemente habría intentado tomar a Jesús por la manga y arrastrarlo hasta mi hija. Hubiera dicho: ¡A quién le importa la mujer con el problema de sangrado! Pero, así como Jesús se tomó el tiempo para cuidar de esa mujer, también se lo tomó con la niña. Por razones que no podemos entender, Jesús viene en nuestra ayuda a su propio tiempo y en su propio orden.


Es difícil confiar en que Dios sabe lo que está haciendo y que también sabe cuál es el momento adecuado para hacerlo. ¡Pero es verdad! El mismo Dios que envió a Jesús al mundo para ser nuestro Salvador, conocía el momento indicado para que eso sucediera. Él conoce tu sufrimiento actual, cualquiera que sea, y sabe cuándo y cómo terminará. Pero más que eso, Él nos ama. Si el corazón de Jairo estaba desgarrado por su pequeña, ¡Cuánto más se dolía Jesús por ella! Imaginamos que es fácil para Dios decirnos: "Ahora no". "Aún no." O a veces, "No en este mundo".


Pero no lo es. La cruz de Jesús nos dice cuánto le importan a Dios nuestro dolor y nuestro quebrantamiento. La resurrección de Jesús nos dice que vendrá, incluso en el último minuto, o hasta después del último minuto, para salvarnos y arreglar las cosas. Esperamos en Él porque conocemos su corazón. Es el corazón de Jesús, que puede cuidar tanto de una niña moribunda como de una mujer asustada que sangra. Y también de nosotros.


ORACIÓN: Señor, ayúdame a esperar tu voluntad, incluso cuando sea difícil. Amén.


Para reflexionar:


* En tu vida diaria, ¿te resulta fácil o difícil esperar?

* ¿Has tenido dificultades para esperar la voluntad de Dios?


Dra. Kari Vo


 

© Copyright 2021 Cristo Para Todas Las Naciones

 

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