... quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras
(Tito 2:14)
Hace un tiempo, visitando Roatán, Honduras, vi que tenía una planta purificadora de agua. Parecía ser un lago, pero en lugar de aguas claras y cristalinas, estaba lleno de aguas turbias y oscuras. Lo que más me llamó la atención fue ver unos dispositivos a lo largo de la orilla. Eran como motores que trabajaban incansablemente para purificar el agua, transformándola de sucia a limpia, de contaminada a pura.
¡Me encantó! Y me llevó a reflexionar sobre el proceso de purificación en nuestras vidas. La lectura de hoy nos recuerda que Jesús se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos y purificarnos de toda iniquidad. Y su sacrificio no solo nos perdona, sino que nos purifica, nos limpia de toda mancha y nos hace aptos para ser parte de la familia de Dios. Nuestras vidas eran como agua contaminada por el pecado y la iniquidad, turbia y sucia. Pero Jesús, nuestro purificador elimina todas las impurezas, dejándonos limpios y cristalinos.
Y no termina ahí. Jesús, por el Espíritu Santo, continúa su obra de santificación en nosotros. El Espíritu nos lleva a Jesús y a creer en Él y nos concede sus dones mediante la fe. Y luego, cada día nos fortalece, aumentando nuestra fe y produciendo frutos en nuestra vida. Nos da nuevos deseos y fuerzas para vencer el pecado y hacer buenas obras.
Así como el agua purificada puede ser un medio para reflejar la luz del sol, nosotros, purificados por Jesús y fortalecidos por el Espíritu Santo, podemos reflejar el amor y el perdón de Cristo en nuestras vidas. Que sean como agua cristalina que refleja la luz de Cristo en un mundo sediento de su amor y su gracia. Que seamos celosos de las buenas obras. Que sigamos el ejemplo de nuestro Salvador, que se entregó por nosotros para purificarnos y capacitarnos para hacer lo mismo.
Recordemos que Dios no necesita nuestras buenas obras, pero nuestro prójimo sí.
Padre nuestro, gracias por enviar a tu Hijo Jesús, quien se entregó por nosotros para redimirnos, purificarnos y dejarnos tan limpios que, como agua cristalina, podemos reflejarlo a él. Que vivamos cada día con celo por hacer buenas obras, reflejando así el amor transformador de Cristo en nuestras vidas. Amén.
Para reflexionar:
*¿Qué puedes hacer hoy para reflejar el amor y el perdón de Jesús en tu vida?
*¿Cómo puedes vivir siendo más consciente del papel del Espíritu Santo en tu vida, fortaleciendo tu fe y capacitándote para vencer el pecado y hacer buenas obras?
Diaconisa Noemí Guerra
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