Pero en ese mismo espíritu de fe, y de acuerdo a lo que está escrito: «Creí, y por lo tanto hablé», nosotros también creemos, y por lo tanto también hablamos. Sabemos que el que resucitó al Señor Jesús también a nosotros nos resucitará con él, y nos llevará a su presencia juntamente con ustedes. Pues nosotros padecemos todas estas cosas por amor a ustedes, para que al multiplicarse la gracia por medio de muchos, más se multipliquen los que den gracias, para la gloria de Dios. Por lo tanto, no nos desanimamos. Y aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando de día en día. Porque estos sufrimientos insignificantes y momentáneos producen en nosotros una gloria cada vez más excelsa y eterna. Por eso, no nos fijamos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. Bien sabemos que si se deshace nuestra casa terrenal, es decir, esta tienda que es nuestro cuerpo, en los cielos tenemos de Dios un edificio, una casa eterna, la cual no fue hecha por manos humanas. 2 Corintios 4:13-5:1
Mientras escribo esto, a fines de 2020, un amigo cercano se está muriendo y mi hijo está soportando el COVID en aislamiento en su universidad. Cosas así tienden a acaparar la mente. Lo que parecía tan importante hace unos meses, ahora resulta insignificante. Y como cualquier niño asustado, corro hacia mi Salvador, hacia Jesús, porque Él es la Roca que nunca cederá.
¿Qué pasará con mi hijo y mi amigo? A corto plazo, solo Dios lo sabe. Pero a largo plazo, Él nos ha dicho: "si se deshace nuestra casa terrenal, es decir, esta tienda que es nuestro cuerpo, en los cielos tenemos de Dios un edificio, una casa eterna, la cual no fue hecha por manos humanas" (2 Corintios 5: 1). Dios también nos dice a través de las palabras de Pablo "que el que resucitó al Señor Jesús también a nosotros nos resucitará con él, y nos llevará a su presencia" (2 Corintios 4:14).
Eso es algo que las pandemias no pueden tocar. Eso es algo que el cáncer, la muerte, la pérdida o el dolor no pueden tocar. Algún día seremos resucitados de entre los muertos y Dios nos llevará a la presencia de Jesús. Viviremos con Él para siempre y nos regocijaremos. Podemos confiar en esa promesa. Es una promesa del mismo Espíritu Santo.
Esto es lo que esperamos: que así como Dios nos ha incluido en el sufrimiento y la muerte de Jesús por la fe que nos ha dado, también nos incluya en la resurrección y la vida eterna de Jesús. Sí, ahora nos preocupamos y sufrimos; pero el amor de Dios por nosotros dura para siempre, y Él tendrá la última palabra.
ORACIÓN: Padre, cuando tenga miedo, ayúdame a recordar la esperanza que tenemos en Jesús. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Qué te preocupa en este momento?
* ¿Cómo sobrellevas los momentos de preocupación, miedo o dolor?
Dra. Kari Vo
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