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Justicia



Oigan esto, ustedes, los que explotan a los menesterosos y dejan en la ruina a los pobres de la tierra. Ustedes dicen: «¿Cuándo pasará la fiesta de luna nueva? ¡Entonces podremos vender el trigo! ¿Y cuándo pasará el día de reposo, para que abramos los graneros? ¡Achicaremos la medida, subiremos el precio, y adulteraremos la balanza! ¡Así podremos comprar a los pobres por dinero, y a los necesitados a cambio de un par de zapatos! ¡Hasta los desechos del trigo podremos vender!» Pero el Señor ha jurado por la gloria de Jacob: «¡No voy a olvidar ninguna de sus malas acciones!» Amós 8:4-7

Vivimos en un mundo muy parecido al que describe el profeta Amós: un mundo lleno de injusticia. También conocemos a personas que "explotan a los menesterosos y dejan en la ruina a los pobres de la tierra". Nuestros medios de comunicación están llenos de historias sobre gente rica y empresas que engañan a los pobres y dañan a las personas que ya no tienen lo suficiente para vivir. Parece que nada ha cambiado. Y cuando vemos esto, gritamos por dentro. Gemimos mientras oramos: "¿Hasta cuándo, Señor? ¿Cuánto tiempo hasta que estos males lleguen a su fin? ¡Haz algo, Señor!" En este pasaje, Dios nos dice que está haciendo algo. Él dice: "el Señor ha jurado por la gloria de Jacob: '¡No voy a olvidar ninguna de sus malas acciones!'". Dios está mirando, y no está ignorando el mal que ve. Él está tomando medidas. Pero ¿qué está haciendo, entonces? La respuesta puede estar en esas palabras: "la gloria de Jacob". Como su antepasado, Jacob representa a todo el pueblo de Israel. ¿Y cuál es su mayor orgullo, lo que más los honra? Jesús. Jesús, el Mesías judío, el regalo de Israel que se ha convertido en una bendición para todo el género humano. Jesús es la respuesta de Dios a la explotación y la opresión, tal como lo es para todos los demás. Él es Aquel que nos vio gemir bajo el poder del mal, indefensos y explotados y no nos dejó de esa manera, sino que vino a nosotros y compartió nuestra vida, naciendo en un mundo lleno de dificultades, injusticia y maldad. Tomó todo eso en su cuerpo y fue torturado y asesinado en una cruz por nosotros: el inocente por los culpables, el inofensivo por quienes dañan, y los que son dañados por igual. Y luego Jesús resucitó de entre los muertos, rompiendo el poder del pecado, la muerte y el diablo sobre toda la raza humana y poniendo sobre aviso a los poderes del mal: las cosas no permanecerán así para siempre. Ellos no ganarán. Él ya ha asestado el golpe decisivo contra todos los poderes malignos, y les pondrá fin por completo cuando regrese en el Último Día. Eso vale para el mal humano y para el mal sobrenatural. Dios se da cuenta, y está actuando. ORACIÓN: Querido Padre, ayúdanos contra la injusticia y la opresión de este mundo. Amén. Para reflexionar: * ¿Cómo te ayuda el Señor cuando sufres injusticia? * Si alguna vez has dañado a otros, ¿de qué manera el Señor arregló eso en tu vida? Dra. Kari Vo



 

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