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Jesús nos da un ancla

Dra. Kari Vo


Hay una pregunta que puede perseguirte después de que alguien que amas muere. ¿Dónde está ahora? Podemos saber dónde se encuentra su cuerpo, pero ¿qué pasa con el resto: su mente, su corazón, su espíritu? ¿Dónde está? ¿Sigue existiendo? ¿O se ha desvanecido, como aliento en el viento?


Como cristianos conocemos la respuesta correcta. Pero como seres humanos sentimos dolor, así que no nos debe sorprender cuando surgen este tipo de dudas en nuestra mente. Jesús no nos culpa por eso; al contrario, nos da una respuesta, un ancla.

Jesús está teniendo una discusión con los saduceos. Este era un grupo religioso judío que no creía en la resurrección ni en ningún tipo de vida después de la muerte, a diferencia de otros judíos de la época de Jesús. Ellos estaban tendiéndole una trampa a Jesús con una historia ridícula basada en un punto técnico de la Ley de Moisés. Jesús les da una respuesta a ellos y a nosotros también. Él responde a la verdadera preocupación interna detrás de la tonta historia: ¿los muertos dejan de existir?

Jesús responde apelando a un detalle simple, uno de los nombres favoritos de Dios para sí mismo en el Antiguo Testamento. Dios le dice a Moisés: "Yo soy el Dios de tu padre. Soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob" (Éxodo 3: 6a).

Eso solo tiene sentido porque Abraham, Isaac y Jacob todavía existen. De lo contrario, Dios habría dicho "Yo era el Dios de Abraham", y así sucesivamente. Dios y Abraham todavía tienen una relación, incluso 2.000 años después de la muerte de Abraham.

Quizá estás llorando en este momento por haber perdido a alguien que amas. Yo lo estoy. Y es difícil anclar tu mente y tu corazón en terreno firme cuando piensas en la persona que amas y no puedes saber lo que están haciendo en este momento ni dónde están, ni cómo es el "lugar" donde están. Pero Jesús nos da un ancla: "Yo soy el Dios de_________ (pon su nombre aquí)". Esa persona todavía existe y está en las manos de Dios. Podemos estar seguros, porque Jesús nos dice: "Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven".


Lectura: "Algunos de los saduceos, que decían que no hay resurrección, le preguntaron: «Maestro, Moisés nos escribió: "Si el hermano de alguien tiene esposa y muere sin tener hijos, el hermano del difunto debe casarse con la viuda y darle descendencia a su hermano muerto." Pues bien, se dio el caso de siete hermanos, y el primero de ellos se casó, y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, pero también murió sin tener hijos. El tercero también se casó con ella, y así todos los siete, y todos murieron sin dejar descendencia. Finalmente, murió también la mujer. Así que, en la resurrección, ¿esposa de cuál de ellos será la viuda, ya que los siete estuvieron casados con ella?» Entonces Jesús les dijo: «La gente de este mundo se casa, y se da en casamiento, pero los que sean considerados dignos de alcanzar el mundo venidero y la resurrección de entre los muertos, no se casarán ni se darán en casamiento, porque ya no podrán morir, sino que serán semejantes a los ángeles, y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección. Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, pues llama al Señor, "Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob". Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.» Algunos de los escribas le respondieron: «Maestro, has dicho bien.» Y no se atrevieron a preguntarle nada más." Lucas 20:27-40

Oración: Señor, ayúdame a confiar que las personas que amo y que mueren en ti, estarán en tus manos cuando mueran. Amén.


Para reflexionar:

¿Estás llorando por alguien en este momento? ¿Quién? ¿Cómo le hablas a Dios cuando estás afligido? ¿De qué forma te fortalece?

 

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