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En terreno firme



Yo, en cambio, me conduzco con integridad; ¡sálvame y ten compasión de mí! Plantado estoy en terreno firme y te bendigo, Señor, en las reuniones de tu pueblo. Salmo 26:11-12

Al momento de escribir esto, algunas iglesias están comenzando a abrir después de estar cerradas debido a la pandemia del Coronavirus. Una vez más se les permite reunirse como hermanos en Cristo para adorar al Señor que los redimió. Aun así, muchas personas pueden estar sintiendo que en realidad no están parados en terreno firme. Todo parece estar cambiando: desde los temores de la pandemia global y los conflictos políticos, hasta los problemas que nos tocan más de cerca, como la pérdida del hogar o el empleo, la enfermedad de los seres queridos, etc. Podemos hacer todo lo posible para caminar en integridad, como el Señor quiere que lo hagamos, pero no podemos encontrar ese terreno firme. Con el salmista suplicamos: "¡Sálvame y ten compasión de mí!"

Solo un hombre realmente ha caminado con integridad, el Dios-Hombre Jesucristo, quien "no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en su boca. Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando sufría, no amenazaba, sino que remitía su causa al que juzga con justicia" (1 Pedro 2: 22-23). Nuestro Señor no siempre tuvo suelo firme bajo sus pies: se enfrentó al odio, al rechazo y la incredulidad. En la noche en que fue traicionado, Jesús le suplicó a su Padre redención y gracia, pidiéndole que le quitara la terrible copa del sufrimiento y la muerte, la copa de la ira de Dios contra el pecado.

Pero Jesús también pidió que se hiciera la voluntad de su Padre, y así fue. El suelo se movió bajo los pies del Salvador cuando fue traicionado y arrestado, juzgado e injustamente condenado a muerte. Probablemente había muy poca tierra firme en el Gólgota donde Jesús fue clavado en la cruz. Aunque había recorrido toda su vida en inocencia e integridad, Jesús llevó a la cruz nuestros pecados en su cuerpo. Allí fue castigado por nuestra falta de integridad, nuestro odio y egoísmo, orgullo y celos, todo pecado de pensamiento, palabra y acción. En nuestro lugar, Él drenó la copa de la ira de Dios contra el pecado.

Bajado de la cruz, el cuerpo de Jesús fue depositado en una tumba. Al tercer día, la primera mañana de Pascua, el suelo se sacudió como nunca antes: Jesús fue resucitado corporalmente de la muerte y su victoria sobre la muerte es nuestra victoria. La redención por la cual oramos se logró. Por la gracia de Dios, a través de la fe en Jesucristo, nuestros pecados son perdonados, la carga de la culpa levantada. Gracias a que Jesús vive, nosotros también tenemos una nueva vida en su Nombre. Unidos con él en el bautismo, hemos sido enterrados con él y nacidos de nuevo para caminar con integridad en la nueva vida.

Al pie de la cruz encontramos el terreno llano que buscamos y que no se puede encontrar en ningún otro lugar. Es posible que no siempre podamos reunirnos con nuestros hermanos en la fe para adorar, pero un día estaremos ante el trono de Dios en la gran asamblea de todos los redimidos para bendecir al Señor que nos salvó.

ORACIÓN: Señor Jesús, cuando la tierra parece moverse bajo nuestros pies, dirige nuestros corazones y mentes a las promesas de tu Palabra, y sostennos con seguridad en tu mano. Amén.

Dra. Carol Geisler


 

Para reflexionar:

1. ¿De qué manera mantiene Dios tus pies en terreno llano?

2. ¿Crees que tu caminar en fe está permeado de integridad, o necesitas hacer algún ajuste para mantenerte enfocado en Jesús?

 

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