A ti clamo, Señor, desde el fondo de mi angustia. ¡Escucha, Señor, mi voz! ¡Que no se cierren tus oídos al clamor de mi súplica! Señor, si te fijaras en nuestros pecados, ¿quién podría sostenerse en tu presencia? Pero en ti hallamos perdón, para que seas reverenciado. Salmo 130:1-4
"A ti clamo, Señor, desde el fondo de mi angustia." ¿En qué profundidades te encuentras? ¿Estás sufriendo en las profundidades de la enfermedad o el dolor? O quizás te encuentres en el pozo profundo del desempleo, con problemas familiares, preocupaciones financieras o ansiedad. Luego está el pozo profundo en el que todos tenemos un lugar: las profundidades del pecado, la culpa y la vergüenza.
Podemos pensar que estamos tan hundidos en el abismo, que Dios no puede oírnos. Incluso el salmista se maravilla y suplica desesperado: "¡Escucha, Señor, mi voz!" El salmista continúa: "Señor, si te fijaras en nuestros pecados, ¿quién podría sostenerse en tu presencia?" ¿Y si, después de todo, hay un registro divino de nuestros pecados? ¿Qué pasa si Dios se acuerda y lleva registro de esos pecados?
Antes de que llamáramos desde las profundidades, Dios nos escuchó: "Antes de que me pidan ayuda, yo les responderé" (Isaías 65: 24a). Nuestros nombres fueron escritos "en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo" (Apocalipsis 13: 8b). Dios conocía nuestra necesidad, por lo que envió a su propio Hijo amado al mundo para ser ese Cordero de sacrificio. Jesús no se limitó a llegar a las profundidades de la desesperación y la muerte para rescatarnos. Descendió al pozo de la muerte para vencer todo lo que nos tiene cautivos, clamando desde la cruz en las palabras del salmista: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (ver Salmos 22: 1).
Jesús sufrió la pena de muerte que merecíamos, ya que Dios eliminó el registro mortal de nuestros pecados al "clavarlo en la cruz" (Colosenses 2: 14b). El cuerpo de Jesús fue bajado y sellado en el pozo oscuro de una tumba. Pero la primera mañana de Pascua, Jesús se levantó triunfante sobre la muerte. Confiando en Jesús, nosotros también somos levantados, ¡para siempre!, del pozo del pecado y la muerte. La deuda que teníamos se ha pagado en su totalidad. Debido a que Jesús soportó la muerte por nosotros, nuestros pecados han sido borrados, quitados de la vista de Dios para siempre.
Con Jesús hay perdón para que, como reza el salmista, Dios sea temido. El Dios a quien oramos y quien nos escucha en nuestra angustia, es el Dios poderoso y temible que creó y reina sobre todas las cosas. Él es quien tomó carne humana para descender al abismo de la muerte por nosotros.
En cualquier profundidad en la que nos encontremos, en cada pozo de desesperación, Dios escucha y responde. Él nos levanta de las profundidades mientras respondemos en alabanza: "me sacó del hoyo de la desesperación, me rescató del cieno pantanoso, y plantó mis pies sobre una roca; me hizo caminar con paso firme!" (Salmo 40: 2).
ORACIÓN: Dios Todopoderoso, gracias por rescatarme y asegurar mis pasos en Jesús, mi Roca y mi Salvación. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Estás pasando por una situación difícil? ¿Has buscado la ayuda del Señor? ¿La has encontrado?
* ¿Por qué crees que las Escrituras dicen que con Dios hay perdón para que "sea temido"? ¿Van los dos juntos de alguna manera?
Dra. Carol Geisler
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