Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, y la luna y las estrellas que has creado, me pregunto: ¿Qué es el ser humano, para que en él pienses? ¿Qué es la humanidad, para que la tomes en cuenta? Hiciste al hombre poco menor que un dios, y lo colmaste de gloria y de honra. Salmo 8:3-5
Si alguna vez has mirado un cielo nocturno despejado, sabes que la vista de la vasta extensión de estrellas puede hacerte sentir muy pequeño. David el salmista debe haber tenido una experiencia similar durante las noches solitarias cuando cuidaba las ovejas de su familia. Ante tanta inmensidad, seguramente David se habrá sentido pequeño e insignificante: "¿Qué es el ser humano, para que en él pienses? ¿Qué es la humanidad, para que la tomes en cuenta?"
En tal inmensidad del espacio y entre las innumerables estrellas, ¿será que Dios se da cuenta y se preocupará de las personas que creó, seres comparativamente pequeños? Las Escrituras nos aseguran que el Dios que sabe incluso hasta cuando un pequeño gorrión cae, que lleva la cuenta de los cabellos en nuestras cabezas, nos conoce y se preocupa por nosotros. Dios nos ha hecho "un poco menor que un dios" y nos ha colmado a todos con gloria y honor como portadores de su imagen, dándonos dominio sobre su creación.
Pero las palabras de este salmo, inspiradas por el Espíritu, van más allá de los pensamientos de un pastor cautivado por el cielo nocturno. El escritor de Hebreos usa las palabras del salmo para dirigir nuestra atención a un Hombre en particular, Dios en carne humana, nuestro Salvador Jesucristo. En las palabras proféticas del salmo se nos recuerda que Jesús, el Hijo del Hombre, fue hecho "un poco menor que los ángeles" (Hebreos 2:7b). Jesús se humilló a sí mismo, dejando a un lado su majestad divina, para nacer de una virgen, para dormir envuelto en pañales en un pesebre en Belén. Jesús se humilló a sí mismo, sufriendo traición y arresto. Ninguna legión de seres celestiales acudió en su ayuda. Por nuestro bien fue clavado en una cruz y coronado no con gloria, sino con espinas.
Pero el Hijo del Hombre, descendiente de ese pastor David que contemplaba las estrellas, resucitó de la muerte y está ahora coronado de gloria y honor, y Dios ha puesto "todas las cosas debajo de sus pies (Hebreos 2:8b). Cuando miramos los cielos, la luna y las estrellas que Dios ha creado, o cuando estamos perdidos en un lugar de oscuridad y tristeza, podemos preguntar en oración: ¿Te acuerdas y preocupas por mí, Señor? La respuesta en Cristo Jesús es siempre "¡Sí!". Cristo Jesús sufrió, murió y resucitó de entre los muertos para que pudieras ser suyo. Eres el hijo precioso de Dios. "Así, cuando se manifieste el Príncipe de los pastores, ustedes recibirán la corona incorruptible de gloria" (1 Pedro 5:4).
ORACIÓN: Señor Jesús, que te humillaste para salvarnos, te pedimos que nos cuides y mantengas bajo tu cuidado hoy y siempre. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
¿Qué te sorprende más cuando miras un cielo lleno de estrellas?
¿Qué significa para ti que Dios ha coronado a la humanidad con "gloria y honor"?
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