Dios, que muchas veces y de distintas maneras habló en otros tiempos a nuestros padres por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo. Hebreos 1.1-2a
He aprendido que cuando no logro que alguien me entienda, lo mejor es cambiar de interlocutor. Cuando he dicho algo varias veces y de diferentes maneras, y comienzo a desesperar de sólo pensar que tengo que volver a decirlo, lo mejor es un cambio de interlocutor, o sea, buscar a una persona que diga lo mismo de otra manera y consiga los resultados esperados.
Dios habló con su pueblo muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. A veces lo escucharon, otras no. A veces lo entendieron, otras no. A veces lo obedecieron, otras no. El mensaje venía de Dios, invitando a volver a Dios, a arrepentirse y creer en Su bondad. Pero no estaba en la capacidad de sus oyentes comprender y creer ese mensaje.
Por lo tanto, Dios cambió de interlocutor y envió a su Hijo, lleno de gracia y de verdad. Jesucristo no sólo comunicó el mensaje de Dios, sino que lo demostró entregando su propia vida. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Y al resucitar de entre los muertos, mostró que puede darnos una nueva vida. A fin de que nuestra oscurecida mente lo pueda entender y creer, Dios envió a su Espíritu Santo para que ilumine nuestra mente y corazón y podamos entender su Palabra.
En su afán por dar a conocer su gracia a toda la humanidad Dios se acerca, se comunica, se hace carne para que todos lo entendamos.
Gracias, Señor, por el claro mensaje de amor y de vida de Jesús. Gracias por obrar la fe en nosotros para creerlo. Amén.
Para reflexionar:
• ¿Qué haces cuando, por más que tratas, alguien no te comprende?
• ¿En qué aspectos el mensaje de Jesús es más claro y contundente que el de los profetas?
• ¿Quién podría ser un buen interlocutor para que una persona a la que has hablado pueda comprender el evangelio?
Rev. Omar R. Weber
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