El joven Samuel servía al Señor bajo la supervisión de Elí. En aquellos días el Señor no se comunicaba ni en visiones, pues éstas no eran frecuentes. Un día, mientras Elí reposaba en su aposento, pues tenía la vista cansada y casi no veía, y Samuel dormía en el santuario donde estaba el arca de Dios y la lámpara de Dios aún no se apagaba, el Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy, Señor.» Así que fue corriendo a donde estaba Elí, y le dijo: «Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?» Pero Elí le respondió: «Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte.» Y Samuel volvió y se acostó. Pero el Señor volvió a llamar a Samuel, así que el joven se levantó, fue a ver a Elí y le dijo: «Aquí estoy. ¿Para qué me has llamado?» Y Elí volvió a decirle: «Yo no te he llamado, hijo mío. Regresa y acuéstate.» En aquel tiempo, Samuel aún no conocía al Señor, ni se le había revelado su palabra. Y el Señor llamó por tercera vez a Samuel, y él se levantó y fue a ver a Elí, y le dijo: «Aquí estoy. ¿Para qué me has llamado?» Con esto, Elí entendió que el Señor había llamado al joven, así que le dijo a Samuel: «Ve y acuéstate. Y si vuelves a escuchar que te llaman, dirás: "Habla, Señor, que tu siervo escucha."» Y Samuel fue y se acostó. Entonces el Señor se detuvo junto a él, y lo llamó como las otras veces: «¡Samuel, Samuel!» Y Samuel respondió: «Habla, Señor, que tu siervo escucha.» 1 Samuel 3:1-10
Hoy tenemos la historia de cómo Dios llamó a Samuel para que fuera Su profeta, que no empieza muy bien. Dios llama a Samuel cuatro veces antes de que el niño entienda quién lo está llamando y que necesita quedarse donde está y prestar atención.
Nosotros también somos así, ¿no? Confiamos en que Dios nos dirigirá y nos mostrará lo que Él quiere que hagamos. Y, sin embargo, nos preocupa perder el camino correcto, no escuchar a Dios cuando nos llama, hacerlo mal. Y eso nos causa vergüenza y miedo.
Pero no tiene por qué ser así. ¡Mira qué paciente es Dios con Samuel! Sabe perfectamente que Samuel es un niño que nunca había escuchado la voz de Dios y le permite correr hacia su padre adoptivo tres veces, porque quizás será mucho menos aterrador para Samuel que Elí le dijera qué hacer.
Dios también es bondadoso y misericordioso con nosotros. Sabe que en lo espiritual somos niños y cometemos errores básicos. Por eso es que se inclina hacia nosotros en nuestra debilidad con paciencia y amor, sin sorprenderse nunca, hasta que aprendemos.
Pero hace más aún: lucha por nosotros, los hijos perdidos de la humanidad, para que podamos convertirnos en Sus hijos y vivir con Él para siempre. A través de su muerte y resurrección, hace lo que nosotros no podemos hacer: derrota el poder de la muerte y el mal y nos lleva a casa, sin importar cuánto tiempo nos lleve escuchar su llamado.
Padre celestial, enséñanos a escucharte cuando llamas. En el nombre de Jesús. Amén.
Dra. Kari Vo
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Para reflexionar:
1. ¿Cómo es dar instrucciones a los niños pequeños? ¿Cómo se compara eso con Dios hablándote a ti?
2. Cuando miras hacia atrás en tu vida, ¿dónde ves a Dios guiándote, incluso si en ese momento no lo sabías?
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