Cristo para Todas Las Naciones

ene 302 min.

Tengo un Salvador

Así que, hermanos, yo les ruego, por las misericordias de Dios, que se presenten ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ¡Así es como se debe adorar a Dios! Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto

(Romanos 12:1-2)

¿Qué significa para ti presentarte como un "sacrificio vivo"? Mi mente enseguida se imagina a un corderito inocente gritando desesperadamente en las llamas de un altar, siendo sacrificado vivo, con una muerte lenta y dolorosa. Pero eso no es lo que este pasaje quiere decir, sino que nuestras vidas deben ser al cien por ciento santas y perfectas. En esencia, se trata de ofrecer cada parte de nuestro ser, acciones, pensamientos y emociones de manera perfecta, como un regalo a Dios.

El problema es que, por más que tengamos la buena intención de ser santos, no podemos serlo. Pero aquí nos llega la buena noticia: tenemos un Salvador. Jesús fue ese "cordero" inocente sacrificado vivo en las llamas del altar de la cruz, por ti y por mí. En nuestro bautismo, Cristo nos viste con su santidad y nos presenta como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Él nos transforma por medio de la renovación de nuestra mente, para que podamos saber cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto. ¡Así es como se debe adorar a Dios!

Ahora, si bien ya tenemos la santidad de Cristo, la plenitud de su santidad no estará completa en nosotros hasta que nuestros cuerpos sean glorificados. Aún somos humanos. No somos perfectos. A veces nuestras acciones no van a estar alineadas con nuestros valores y creencias. Porque mientras estamos en la tierra, aún estamos en proceso de cambio y crecimiento. Vamos a fallar. Pero no debemos desanimarnos por esas imperfecciones, sino usarlas para recordar que todavía necesitamos un Salvador. ¡Y lo tenemos!

Jesús, te ruego por las misericordias de Dios que me ayudes a presentarme como un sacrificio vivo, santo y agradable a Él. Ayúdame a no adoptar las costumbres de este mundo, sino a vivir mi bautismo cada día, para que compruebe cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto. Gracias por ser mi Salvador por siempre. Amén.

Para reflexionar:

* ¿Cómo te hace sentir saber que el sacrificio de Jesús te viste de su santidad y te empodera para vivir de manera transformada?

* ¿Cómo puedes usar tus imperfecciones y fallas como recordatorios de tu necesidad constante de un Salvador y seguir creciendo en tu relación con Dios?

Diaconisa Noemí Guerra


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