Dra. Kari Vo
Cuando Jesús comenzó su ministerio tenía unos treinta años. Según se creía, era hijo de José, que fue hijo de Elí, que fue hijo de Matat ... hijo de Esli ... hijo de José ... hijo de Elmodam ... hijo de Natán, que fue hijo de David ... Lucas 3:23 ss.
¿Has oído hablar alguna vez de un río subterráneo? A veces un río fluye a la luz del sol y repentinamente se desvanece en una cueva o en un agujero en la tierra. Nos detenemos y parpadeamos. ¿Dónde se metió? Todavía está allí, pero oculto para nosotros. Cuando vuelva a salir a la superficie, quizás esté a muchos kilómetros.
La ascendencia de Jesús en Lucas 3 es como un río subterráneo. No tiene todos los reyes y líderes que encontramos en su otra genealogía en Mateo 1. Este lado de la familia va desde el rey David hasta su hijo Natán, de quien no sabemos casi nada. Luego desaparece en lo común.
¿Quiénes son Matat, Esli, José, Elmodam? Para nosotros no son más que nombres. Pueden haber sido pastores, campesinos, negociantes, artesanos. Pero la historia no nos dice nada de ellos. No fueron más que personas comunes.
Comunes igual que nosotros, ¿verdad? Nacemos, vivimos, amamos, tal vez tenemos hijos, hacemos nuestro trabajo y, eventualmente, morimos. Algún día, nuestros descendientes podrán estudiar el árbol genealógico y se preguntarán: ¿quién era esa persona? Todo lo que queda es el nombre.
Dios, sin embargo, no nos olvida. Estamos conectados con Jesús así como Matat, Esli y José. Somos personas a quienes Jesús vino a rescatar para sacarnos de las tinieblas y llevarnos a su luz maravillosa.
Por la muerte y resurrección de Jesús por nosotros, somos alguien: somos hijos de Dios. Él nos ama mucho y nos llama por nuestro nombre.
ORACIÓN: Querido Padre, gracias porque para ti somos importantes. Mantennos firmes en tu Hijo Jesús. En su nombre. Amén.
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