La violencia es una realidad socio-cultural la cual no podemos negar ni ser indiferentes. Históricamente, ningún contexto ni período humano ha estado exento de ella, y a nuestros días vemos como está presente en distintas áreas de la vida: convivencia social, decisiones políticas, medios de comunicación, series televisivas, música, juegos online, etc. Si a todo esto le sumamos, el incremento de estrés que se viene midiendo a escala mundial producto de las exigencias en los estilos de vida actual, la alta competencia laboral, la demanda económica, la lucha por el poder, el afán por el control, la vertiginosidad con la que se producen los cambios, etc., cabe preguntarnos de qué maneras todo esto está repercutiendo en nosotros y cuál es el impacto que tiene en nuestros relaciones y maneras de vincularnos.
Se supone, que en el interior de nuestra familia podamos encontrar descanso de tantas tensiones al cuidarnos unos a otros y transitar juntos las distintas etapas de la vida con sus desafíos, al tiempo que cada uno de los miembros va creciendo mientras acompañamos y estimulamos un sano desarrollo grupal e individual.
Sin embargo, en muchísimos casos, la realidad familiar es radicalmente lo opuesto: cifras mundiales constatan que un gran porcentaje de homicidios femeninos es ejecutado por parejas o ex parejas, y a nivel de continente americano, la OPS declara que por año cerca de 140 millones de niñas, niños y adolescentes sufren maltrato físico, sexual y/o emocional.
MANIFESTACIONES DE LA VIOLENCIA
Si bien a la hora de explicar los distintos tipos de violencia se la clasifica para comprenderlo mejor, es importante saber que cada una de ellas siempre va a tener un impacto sumamente dañino en la esfera psíquica.
Hablamos de violencia física cuando se hace uso y abuso de fuerza sea con el propio cuerpo (golpes, patadas, piñas, cachetazos, etc.) como con objetos (quemaduras, puñaladas, cortes, golpes, mutilaciones, entre otros).
La violencia sexual, puede ejecutarse empleando: violencia física, amenazas, chantaje, manipulación, engaños, para lograr el contacto sexual que no necesariamente implica el propio acto en sí, sino que puede consistir en someter a la persona a desnudos, a ver pornografía, a masturbarse o masturbar al agresor, a caricias y toques en zonas íntimas, y toda acción que vaya en contra de la voluntad de la persona (sea adulto, niño o adolescente) y que genera humillación, que degrada a la persona dejando huellas tremendamente dolorosas y nocivas con efectos devastadores a corto y largo plazo. Claramente, también aplica aquí los casos de explotación sexual.
Violencia psicológica: Muchas veces cuesta identificarla porque social y culturalmente hay una tolerancia o falta de concientización sobre algunos aspectos, y también, porque no es tan sencillo demostrarla cuando se efectúa en un entorno íntimo. Esta implica tanto acciones como palabras y gestos: gritos, manipulaciones, insultos, frases hirientes, burlas constantes, gestos despectivos, amenazas, retener en un lugar o espacio contra la voluntad de la persona. Estas situaciones y modos de relacionarse dañan la salud mental y emocional de la persona, dejando huellas y consecuencias que se manifestarán en sus distintas áreas.
Violencia económica o patrimonial: muchas veces este tipo de violencia queda solapada, ya que parece menos dañina que las anteriores, sin embargo, podemos definirla entendiendo que: “Es cualquier hecho o supresión que con ilegitimidad, implique daño a la supervivencia de la víctima, se manifiesta a través de: la perdida, sustracción, transformación, ocultamiento destrucción o retención de bienes, instrumentos de trabajo, documentos o recursos económicos, destinados a la satisfacción de sus necesidades”. Esta definición nos habla de cuando hay una apropiación inadecuada sobre algo que no fue consensuado ni de mutuo acuerdo, dejando de alguna forma desamparado al otro, teniendo o habiendo los recursos para que eso no sea así. Generalmente este tipo de violencia se da principalmente entre adultos (hacia la pareja, hacia un padre o abuelo) pero hay casos en que también aplica a niños, cuando habiendo necesidades básicas que se pueden satisfacer, le son negadas o ignoradas, un clásico ejemplo de negligencia, que como bien vimos, es también un tipo de violencia.
¿Y LA PERSONA QUE VIOLENTA?
Algo sumamente importante a saber y entender es que la violencia no es transferida genéticamente, sino que es un comportamiento aprendido. Es un proceso por el cual la persona no encontrando formas responsables y saludables de comunicarse o resolver los conflictos que se presentan, ejerce un abuso de poder a través de distintas formas que se ven como justificaciones legítimas.
Numerosas investigaciones constatan que cuando los niños son expuestos reiteradamente a alguno o varios tipos de violencia como los mencionados anteriormente, quedan propensos al aprendizaje de estos patrones conductuales que además generan huellas en lo psíquico similares a los efectos de una guerra; llegándose a transmitir de una generación a otra, lo que hace que muchos niños sometidos a tal situación lo reproduzcan en su juventud o adultez con sus parejas e hijos.
Otra cara de esta dramática realidad es la de aquellos niños que aprenden sobre sumisión e indefensión por el miedo y maltrato, sea porque ellos lo reciben o porque ven que su madre/ padre y/o hermanos son violentados. Esto afectará negativamente sus capacidades, autoestima y la visión que tienen del mundo y de los demás, quedando vulnerables ante personas con un perfil maltratador o rígido. Lo que por ende condicionará el desarrollo de sus años venideros y el tipo de relaciones que establezcan.
La violencia deja huellas muy profundas que, si no se elaboran adecuadamente, quedan abiertas casi permanentemente llevando a la persona que fue violentada y vulnerada en sus derechos básicos, a buscar por un camino de decisiones autodestructivas, la vía para adormecer el dolor de lo vivido. Pero además, si no se pone un freno tajante, el comportamiento violento se perpetua y el comportamiento de indefensión también.
RECUERDA
Tú no eres culpable por la violencia que sufres.La persona que sufre de violencia no está sola.No debes tener vergüenza a la hora de pedir ayuda.Es muy importante que busques en tu país los órganos públicos de justicia y seguridad que puedan asistirte y defenderte.Conserva en tu celular un número de emergencia para poder llamar rápidamente frente a una situación de riesgo.Comparte tu situación con alguien, y en caso de emergencia no dudes en comunicarte por teléfono, esa persona ya sabrá lo que hacer si recibe una llamada tuya y percibe gritos o sonidos sospechosos.
¡QUEREMOS ESCUCHARTE!
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