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No tienes por qué



Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completen mi gozo sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. No hagan nada por contienda o por vanagloria. Al contrario, háganlo con humildad y considerando cada uno a los demás como superiores a sí mismo. No busque cada uno su propio interés, sino cada cual también el de los demás. Que haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre. Filipenses 2:1-11

Hace algunos años hubo una pelea muy fea en mi iglesia, y un par de personas estaban esparciendo mentiras horribles sobre mi esposo y yo. Muchos nos llamaron para decirnos que lucháramos. "¡Cuenten su historia!", nos decían. "Defiéndanse. Den a conocer todas las cosas malas que X e Y han hecho, todas las cosas secretas que saben de ellos. Escriban cartas. Planifiquen estrategias. No les dejen tener la última palabra".

Normalmente, habríamos hecho exactamente eso. Pero no esa vez. Después de orar, estábamos convencidos de que Dios quería que siguiéramos el ejemplo de Jesús durante su sufrimiento, así es que nos quedamos quietos y dejamos que Dios se ocupara de ello.

¡Qué gran alivio! Todavía duele, sí. Y, por supuesto, dijimos la verdad cuando se nos preguntó. Pero fue encantador no tener que planificar nuestra defensa, no tener que quedarnos despiertos hasta tarde preocupándonos, no tener que calcular los efectos de cada palabra que íbamos a decir. Nuestros enemigos buscaban poder, popularidad, hacerse un nombre. Nosotros sabíamos que ya teníamos un nombre que nunca podrían quitarnos: hijos de Dios, amados a través de Jesús nuestro Salvador. No tuvimos que defender eso. Dios ya lo ha hecho.

Lo mismo es cierto para ti. No es necesario que ganes todos los argumentos ni que salgas vencedor en cada batalla, para ser visto victorioso en cada lucha. Si quieres, puedes decir la verdad y marcharte. Puedes dejar tu defensa y tu futuro en manos de Dios, tal como lo hizo Jesús. Eso podría significar reivindicación o quizás más sufrimiento. No importa. Las cosas que realmente importan son las que nadie te puede quitar: los dones que Dios tiene a salvo en sus manos.

Porque Jesús sufrió y dio su vida por ti, tú importas. Eres amado y perdonado. Dios conoce tu nombre y nunca te abandonará. Él te atesora. Porque Jesús resucitó de entre los muertos, vivirás para siempre. Puedes sufrir, pero no puedes ser destruido permanentemente. Puedes perder mucho —familia, posición, reputación, incluso la vida misma— pero no perderás a Dios, y Él no te perderá a ti. Eres Suyo para siempre.

ORACIÓN: Amado Señor, ayúdame a confiar en Ti cuando tenga miedo. Dame tu paz. Amén.

Dra. Kari Vo

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Para reflexionar:

1. ¿Crees ser capaz de asumir una actitud así?

2. ¿Alguna vez has descansado y confiado en Dios para que se encargue de una mala situación?

 

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