No cometerás adulterio
(Éxodo 20:14)
Al pensar en los Diez Mandamientos, quizá nos preguntamos: ¿Tienen relevancia hoy, después de que Jesús murió por nosotros? ¡Claro que sí! Los mandamientos no solo son recordatorios de la voluntad de Dios para nosotros, sino que también nos instan a confiar en Él y a manifestar amor hacia los demás, especialmente después de recibir su gracia salvadora. Son principios que trascienden el tiempo y la cultura. Con sus mandamientos, Dios desea que no suframos ninguna violación de los "derechos inalienables" que Él nos ha dado.
Hoy reflexionamos en el sexto mandamiento, que dice: "No cometerás adulterio". Esto significa que "debemos temer y amar a Dios de modo que llevemos una vida casta y decente en palabras y obras, y que cada uno ame y honre a su cónyuge", de acuerdo al Catecismo del Dr. Martín Lutero.
El adulterio es la infidelidad que comete uno de los cónyuges al involucrase o desear una relación con alguien con quien no está casado. Este mandamiento es un principio de pureza sexual que se aplica a todos los seres humanos, casados o solteros, y a todo tipo de deseo o actividad sexual fuera del matrimonio.
Entonces, le tememos a Dios y lo amamos al respetar su propósito para nuestra sexualidad, al tratar nuestros cuerpos con santidad, al hablar y actuar de manera constructiva, evitando charlas vulgares, comentarios despectivos sobre la apariencia y vestimenta inmodesta. También al reservar la intimidad sexual para el matrimonio y el valorar a nuestra pareja como un regalo sagrado de Dios, amándola de manera sacrificada.
Este no es un tema fácil de tratar, pero es necesario reflexionar en ello. Si bien reconocemos que solo Jesús pudo cumplir los Mandamientos perfectamente, como cristianos nos esforzamos por obedecerlos como muestra de gratitud por lo que él hizo por nosotros. Así, buscamos vivir en armonía con la voluntad amorosa de Dios, llevando una vida que refleje la pureza, el respeto y el amor que nos han sido otorgados, mientras vivimos nuestra sexualidad a la luz del sacrificio de Jesús.
Padre nuestro, ayúdanos a honrarte con nuestro cuerpo, viendo nuestra sexualidad a la luz del sacrificio de Jesús. Pedimos tu gracia para vivir una sexualidad pura y respetuosa, honrando tu voluntad, siendo testimonios vivos de tu amor redentor. Amén.
Para reflexionar:
* ¿De qué manera aplicas el principio de pureza sexual en tu vida diaria?
* ¿Qué significa para ti que tu cuerpo sea un templo del Espíritu Santo?
Diaconisa Noemí Guerra
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