The Lutheran Layman, junio de 1978, "Take Thou My Hands and Lead Me" de Jon Suel
Yo te voy a hacer que entiendas. Voy a enseñarte el camino que debes seguir, y no voy a quitarte los ojos de encima. Salmo 32:8
A todos nos ha pasado. Hemos hecho algo por tanto tiempo que lo conocemos al derecho y al revés; pero de repente algo cambia, y lo que nos era tan familiar adquiere un significado tan nuevo que es como si lo viéramos por primera vez.
Así me pasó recientemente con el himno: "Señor, heme en tus manos". He cantado este himno tantas veces que lo memoricé. Fue parte de mi ceremonia de confirmación. Pero adquirió un nuevo significado recientemente cuando vi una copia escrita de la canción en la puerta de un refrigerador, sostenida por un imán.
Una de mis personas favoritas pone fragmentos de versos, notas, recortes, etc. en la puerta de su refrigerador. Ahí fue donde vi la copia escrita de este himno. Sabía que ella estaba sufriendo en esos momentos, y sabía que ese himno la consolaba. Mientras lo leía cuidadosamente por primera vez en mucho tiempo, sentí algo de su dolor y sufrimiento. Y luego pensé en otras personas que conozco y con las que hablo que, mientras sonríen por fuera se están muriendo por dentro. Sus conflictos, rebeliones, decepciones y frustraciones se esconden detrás de la máscara de la sonrisa.
Pero cuando están solos, cuando se quitan estas máscaras y la soledad es real, la vida les puede ser casi insoportable a veces, excepto por el consuelo que solo el Señor puede brindar. Qué consuelo es saber que Él es nuestro guía, mientras oramos en esa vieja canción: "A Ti sea en el mundo mi afán seguir; a Ti en amor profundo, siempre servir. Señor, heme en tus manos, dirígeme; y hasta el fin de mis años mi guía sé".
Jesús conoce nuestros dolores más profundos e íntimos. Él vino a nosotros por esta misma razón, y a través del dolor y el sufrimiento que experimentó él mismo, nos ofrece curarnos a todos: "Con todo, él llevará sobre sí nuestros males, y sufrirá nuestros dolores, mientras nosotros creeremos que Dios lo ha azotado, lo ha herido y humillado. Pero él será herido por nuestros pecados; ¡molido por nuestras rebeliones! Sobre él vendrá el castigo de nuestra paz, y por su llaga seremos sanados."(Isaías 53: 4-5).
Me parece que el Señor a veces nos guía a los días oscuros para que estemos preparados con comprensión, consuelo y ayuda para otros que están sufriendo. Sin embargo, a menudo miramos hacia el otro lado o no escuchamos a la persona lastimada cuando su corazón lastimado está enviando señales de ayuda. Peor aún, a veces les silenciamos con palabras duras o frívolas cuando ellos necesitan amor.
Que siempre estemos listos con palabras de amor y aliento para aquellos que necesitan escucharlas.
ORACIÓN: Padre celestial, aviva nuestros corazones para escuchar a los angustiados y consolarlos con el amor de Jesús. En su nombre Amén.
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