La adolescencia es la etapa de transición entre la infancia y la adultez. Se considera como un período de cambios y necesidad de adaptación. Como estos cambios son rápidos y numerosos, se produce generalmente un cierto desequilibrio en el individuo. Desde el punto de vista cronológico, este periodo se extiende aproximadamente entre los 12 o 13 años y los 20, un poco más en algunos casos.
Sostienen los psicólogos que es una tarea indispensable que el adolescente debe llevar a cabo para desarrollar su sentido de la propia identidad. “Antes de que el adolescente pueda abandonar con éxito la seguridad de su dependencia infantil, debe de tener cierta idea de quién es, a dónde va y cuáles son las posibilidades de llegar a su destino”.
La adolescencia puede ser una época de alegría irreprimible, así como una tristeza y una pérdida irreprimible, así como una tristeza y una pérdida aparentemente inconsolables; de una inclinación por los grupos y por la soledad; de altruismo y de egoísmo; de curiosidad insaciable y aburrimiento; de confianza y duda en uno mismo. Pero, sobre todo, la adolescencia es un período de cambios rápidos: físicos, sexuales, intelectuales dentro del adolescente; y de cambios ambientales en la naturaleza de las exigencias externas que la sociedad impone en sus miembros en desarrollo.
Padres, reflexionen…
He aquí algunas cuestiones que puedes plantearle para evaluar con honestidad que sientes hacia tu hijo adolescente.
¿Qué significa mi hijo adolescente para mí? ¿Qué me parece esta etapa de la vida? ¿Veo “seguro” el futuro de mi hijo, especialmente ante la soledad o ante las necesidades económicas que yo mismo confronto? ¿Quiero que él cumpla con mis expectativas y ambiciones? ¿Cómo recuerdo mi adolescencia? ¿Respeto a mi hijo adolescente sin dejarlo hacer “lo que le da la gana?
Piensa en tu familia y lucha por poseer un hogar estable, donde todos puedan comunicarse mutuamente para desarrollar la confianza. Dale a tus hijos la capacidad de estructurar fuertes valores morales y espirituales, un sentido de equilibrio y juicio mental, así como encarar los desafíos de la vida. Por medio de una vida sustentada en la fe, tendrán el reconocimiento de las necesidades de otros y la voluntad de compartir las bendiciones de Jesucristo con el resto de la humanidad.
Extraído del folleto “Orientando a los jóvenes”, Cristo Para Todas Las Naciones.
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