Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor, que me fortaleció, porque me consideró fiel al ponerme en el ministerio, aun cuando antes yo había sido blasfemo, perseguidor e injuriador; pero fui tratado con misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús. Esta palabra es fiel y digna de ser recibida por todos: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui tratado con misericordia, para que en mí, el primer pecador, Jesucristo mostrara toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna. Por tanto, al Rey de los siglos, al inmortal e invisible, al único y sabio Dios, sean el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén. 1 Timoteo 1:12-17
Cuando era más joven, a veces iba a visitar otras iglesias. Y la gente se ponía de pie y contaba historias dramáticas sobre cómo solían tener vidas realmente terribles y luego Jesús los salvó y se convirtieron en personas completamente diferentes con corazones nuevos. Contaban historias como la de San Pablo, quien de la noche a la mañana pasó de ser un perseguidor a un súper misionero. Era maravilloso escuchar lo que Jesús podía hacer. Pero también era difícil relacionarse con personas así. Después de todo, la mayoría de nosotros no hemos pecado tan dramáticamente como Pablo. No hemos sido perseguidores ni hemos ayudado a dar muerte a nadie. Puede que ni siquiera recordemos un tiempo antes de pertenecer a Jesús. De la misma manera, la mayoría de nosotros no tenemos historias emocionantes que contar sobre nuestra vida en Cristo. No luchamos por sobrevivir en una jungla o sufrir por nuestra fe en un campo de concentración. Es más probable que nuestros desafíos diarios impliquen llevarse bien con miembros de la familia o compañeros de trabajo difíciles. ¡Nadie querrá hacer una película de nuestras vidas! Y sin embargo... Tenemos más en común con Pablo de lo que pensamos. Al igual que Pablo, partimos de una posición de completa impotencia: quebrantados por el pecado, bajo el poder de la muerte y el mal, completamente incapaces de ayudarnos a nosotros mismos. Nosotros también necesitábamos a Jesús. Y Jesús nos encontró, así como encontró a Pablo. Él vino a nosotros y nos hizo suyos por medio del bautismo y de la fe en el Salvador que sufrió, murió y resucitó de entre los muertos por nosotros. Ahora vivimos en el poder del Espíritu Santo. Y Él muestra su poder diariamente a través de lo que hacemos y no hacemos, lo que decimos y no decimos, ya sea que los demás lo noten o no. Al final, no importa si tenemos historias dramáticas que contar. El único público que importa ya lo sabe todo, y ese es el Señor. Vivimos para sus ojos, porque le pertenecemos y lo amamos, porque Él nos amó primero y vino a buscarnos. Tu historia le importa a Él. Él está haciendo algo hermoso de ti, algo que le agrada y le hace muy feliz. ¿Cómo podría ser de otra manera, cuando te ama tanto como para morir y resucitar por ti? ORACIÓN: Querido Salvador, haz de mi vida lo que Tú quieres que sea, ya sea dramática o no. Amén. Para reflexionar: * ¿Escuchaste o leíste alguna de esas dramáticas historias de conversión cuando eras niño? * ¿Por qué crees que Dios elige a la mayoría de nosotros para tener una vida más tranquila? Dra. Kari Vo
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