Todo lo que te venga a la mano hacer, hazlo según tus fuerzas. En el sepulcro, que es adonde vas, no hay obras ni proyectos, ni conocimiento ni sabiduría. (Eclesiastés 9:10)
Era la noche más hermosa que Art había pasado en el océano. "Aparecieron estrellas que nunca antes había visto", dijo más tarde, "y el viento se durmió, y el océano se volvió tan liso como el cristal". Pero entonces, el cuerpo de Art entró en otra ronda de convulsiones, el inicio de la hipotermia. Temprano esa mañana, Art y cuatro amigos emprendieron una expedición de pesca en alta mar. Estaban a 30 millas de la costa de Nueva Jersey cuando grandes olas azotaron el bote, pararon los motores y cortocircuitaron las radios. El barco se hundió, y los dejó flotando en el océano. No tenían radiobaliza de rescate de emergencia, por lo que no tenían certeza de que llegara ayuda. Y esas horas en el océano se sintieron como toda una vida.
A veces la gente acusa a la fe cristiana de ser ingenuamente optimista. Pero la fe cristiana real extraída de la Biblia es mucho más resuelta de lo que mucha gente cree. El libro de Eclesiastés, por ejemplo, sostiene que esta vida mortal es como un naufragio: a la deriva en el océano, con un chaleco salvavidas que con las justas le mantiene la cabeza por encima del agua, pero no lo suficiente como para saber qué hay delante o detrás, tan solo el constante ondular de las olas oscuras a tu alrededor—así es la vida mortal, dice Eclesiastés.
El resto de la Biblia completa el cuadro. Dios nos creó para vivir en relación con Él, pero rechazamos Su invitación dadora de vida. "Naufragamos" de nuestra fe (ver 1 Timoteo 1:19). Ahora estamos indefensos, muertos en el agua. Quien haya dicho que la Biblia ofrece un optimismo ingenuo no la ha leído. La Biblia nos dice que estamos tan indefensos como un naufragio. Pero luego da una radiobaliza de rescate: el testimonio de los apóstoles y los profetas de Jesús crucificado y resucitado. Él es nuestra radiobaliza de rescate, nuestra garantía de que la ayuda está en camino. Jesús envió a sus discípulos. Nos encontraron en el agua, nos bautizaron en el agua. Nos dijeron que viene el rescate. Y que Jesús vino a estar con nosotros en el agua (ver Mateo 28:19-20).
Años después de que esos pescadores de Nueva Jersey fueran rescatados, dos de ellos, Art Higbee y David Jones, escribieron un libro al respecto, titulado Promising Forecast (Pronóstico prometedor). Prometedor, así es como esas 18 horas en el océano se ven desde este lado de las cosas. Y lo que los ayudó a superar fue la presencia de un amigo con ellos en el agua. Así también, mientras esperamos nuestro rescate, Jesús está con nosotros. Con Jesús a tu lado en el agua, puedes ser un amigo para los demás. Y como dice el saleroso sabio de Eclesiastés: "Todo lo que te venga a la mano hacer, hazlo según tus fuerzas" (Eclesiastés 9:10a). Aún más, con la promesa de Dios de salvar y restaurar este hermoso barco que se hunde que llamamos Naturaleza, incluso puedes disfrutarla ahora, cada noche estrellada. Y la Biblia nos recuerda que nuestras "aflicciones del tiempo presente en nada se comparan con la gloria venidera que habrá de revelarse en nosotros." Comparada con la vida eterna en Jesús, esta vida mortal parece ser más corta que 18 horas en el océano.
ORACIÓN: Querido Padre, te damos gracias porque "esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación" (2 Corintios 4:17 LBLA), por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para reflexionar:
* Eclesiastés 9 es a la vez reconfortante e inquietante. Léelo en voz alta. ¿Qué resalta para ti?
* Vuelve a leer Eclesiastés 9:11. ¿Tienes alguna experiencia de vida que coincida con estas observaciones?
Rev. Dr. Michael Zeigler, orador de The Lutheran Hour
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