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MORIR PARA DAR FRUTO

En Morir para dar fruto nos encontramos con el Dios eterno que amó tanto a la humanidad, que envió a su Hijo Jesucristo al mundo para hacer posible nuestra reconciliación con el Dios Creador a través de su sacrificio, muerte y resurrección.

Jesús fue el labrador que sembró la semilla del perdón que produce el fruto del gozo, de la paz, del amor sin condiciones y de la esperanza de la vida eterna. Como labrador sucumbió voluntariamente a la muerte, sabiendo del gozo que le esperaba después de su resurrección, cuando viera el fruto de su obra. Jesús sabía que tenía que Morir para dar fruto. Y así lo hizo.

Jesús es también la semilla que el Padre en los cielos plantó en la tumba y que el Espíritu Santo regó hasta que resucitó el tallo: la nueva vida que sigue produciendo hoy los frutos de la esperanza de la vida eterna.

Image by Jon Tyson
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